/ viernes 13 de abril de 2018

Amnistía Internacional alerta sobre auge de discursos de odio en América

Un ejemplo es el discurso de Trump en el que es claro la discriminación hacia mexicanos

Buenos Aires.- La directora de Amnistía Internacional para las Américas, Erika Guevara Rosas, advirtió que uno de los retrocesos más graves en derechos humanos es la llegada al poder de líderes que transforman discursos de odio en políticas públicas.

En entrevista con Notimex, la abogada mexicana y activista por los derechos humanos realizó un balance sobre los retos actuales que enfrenta una región que sigue siendo la más desigual y la más violenta del mundo.

“El foco más grave que cruza todo el continente es que hay líderes que están convirtiendo en políticas públicas retóricas regresivas y divisorias”, señaló.

Un ejemplo claro, dijo, es el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, “quien llegó a la presidencia del país más importante del mundo haciendo ataques desmedidos en contra de poblaciones específicas como los mexicanos”.

Explicó que Trump de las palabras pasó a los hechos con órdenes ejecutivas para prohibir el ingreso de personas de países musulmanes o incrementar la seguridad fronteriza, lo que sólo está generando una mayor detención de familias migrantes y más violaciones a los derechos humanos.

Guevara Rosas lamentó que el del presidente de Estados Unidos no sea un caso aislado, ya que en el continente hay una tendencia generalizada a que esas retóricas demonizadoras de poblaciones enteras se conviertan en política pública.

“Lo vemos en Venezuela con graves crisis de Derechos Humanos en donde (el presidente Nicolás) Maduro se ha encargado de generar una narrativa de ‘nostros en contra de ellos’, cuando todos son parte de la población venezolana”, dijo.

El discurso de odio, insistió, se replica incluso de manera inesperada, como lo demuestra el reciente caso de Costa Rica, en donde una resolución de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que se aprobara el matrimonio igualitario modificó escenarios electorales.

La decisión de la CIDH provocó un debate nacional que permitió que Fabricio Alvarado, un candidato presidencial evangélico que reforzó sus ataques a la comunidad lésbico, gay, bisexual y transexual, llegara hasta la segunda vuelta.

“Eso es un ejemplo extremo, porque hay una tendencia a que discursos de odio, divisorios y antiderechos permitan que diversos líderes lleguen al poder político, lo que se apoya en el descontento social por el fracaso de los Estados en cumplir expectativas de bienestar de la población”, señaló.

Las comunidades, explicó, sienten que radicalizándose podrán ver un cambio, situación que se vive en América sin importar las tendencias políticas de los gobiernos de turno.

“La falta de respeto a los derechos humanos es un común denominador de gobiernos de izquierda o derecha, en Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Venezuela, incluso en Argentina o Colombia, hay una respuesta represiva a la protesta social, casi copiada entre unos y otros”, precisó.

“Todos los países tienen responsabilidades y obligaciones en derechos humanos, no comparamos cuál esta mejor o peor. Hay alertas puntuales como es el caso de Venezuela, pero falta un liderazgo ético genuino de algún país que dé voz a las mayorías violentadas”, señaló.


Buenos Aires.- La directora de Amnistía Internacional para las Américas, Erika Guevara Rosas, advirtió que uno de los retrocesos más graves en derechos humanos es la llegada al poder de líderes que transforman discursos de odio en políticas públicas.

En entrevista con Notimex, la abogada mexicana y activista por los derechos humanos realizó un balance sobre los retos actuales que enfrenta una región que sigue siendo la más desigual y la más violenta del mundo.

“El foco más grave que cruza todo el continente es que hay líderes que están convirtiendo en políticas públicas retóricas regresivas y divisorias”, señaló.

Un ejemplo claro, dijo, es el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, “quien llegó a la presidencia del país más importante del mundo haciendo ataques desmedidos en contra de poblaciones específicas como los mexicanos”.

Explicó que Trump de las palabras pasó a los hechos con órdenes ejecutivas para prohibir el ingreso de personas de países musulmanes o incrementar la seguridad fronteriza, lo que sólo está generando una mayor detención de familias migrantes y más violaciones a los derechos humanos.

Guevara Rosas lamentó que el del presidente de Estados Unidos no sea un caso aislado, ya que en el continente hay una tendencia generalizada a que esas retóricas demonizadoras de poblaciones enteras se conviertan en política pública.

“Lo vemos en Venezuela con graves crisis de Derechos Humanos en donde (el presidente Nicolás) Maduro se ha encargado de generar una narrativa de ‘nostros en contra de ellos’, cuando todos son parte de la población venezolana”, dijo.

El discurso de odio, insistió, se replica incluso de manera inesperada, como lo demuestra el reciente caso de Costa Rica, en donde una resolución de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que se aprobara el matrimonio igualitario modificó escenarios electorales.

La decisión de la CIDH provocó un debate nacional que permitió que Fabricio Alvarado, un candidato presidencial evangélico que reforzó sus ataques a la comunidad lésbico, gay, bisexual y transexual, llegara hasta la segunda vuelta.

“Eso es un ejemplo extremo, porque hay una tendencia a que discursos de odio, divisorios y antiderechos permitan que diversos líderes lleguen al poder político, lo que se apoya en el descontento social por el fracaso de los Estados en cumplir expectativas de bienestar de la población”, señaló.

Las comunidades, explicó, sienten que radicalizándose podrán ver un cambio, situación que se vive en América sin importar las tendencias políticas de los gobiernos de turno.

“La falta de respeto a los derechos humanos es un común denominador de gobiernos de izquierda o derecha, en Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Venezuela, incluso en Argentina o Colombia, hay una respuesta represiva a la protesta social, casi copiada entre unos y otros”, precisó.

“Todos los países tienen responsabilidades y obligaciones en derechos humanos, no comparamos cuál esta mejor o peor. Hay alertas puntuales como es el caso de Venezuela, pero falta un liderazgo ético genuino de algún país que dé voz a las mayorías violentadas”, señaló.


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