En los hogares del Valle del Mezquital las recetas gastronómicas abundan y en el festejo del Día de Muertos, las cocineras tradicionales exploran sus adentros para brindar deliciosos platillos a los comensales que llegan del más allá.
Es el caso de la calabaza en dulce de piloncillo, que es un manjar en las mesas y la vida culinaria del pueblo hñahñu, esta verdura se produce en los campos verdes de cosecha, en los bordos de la milpas donde se siembran y crecen o se extienden con una guía.
El proceso fue explicado por las cocineras tradicionales, quienes dijeron que la clave de esta receta es la madurez de la calabaza y el dulce o piloncillo, que se compran en los tianguis de la región.
Las calabazas se compran entre 100 y 300 pesos, todo depende de su tamaño, el lugar o madurez en que se encuentren, pues estos frutos de campo llegan a pesar hasta los 10 kilos cada una.
En los fogones se pone la olla de barro para cocer en agua hirviendo la calabaza cortada en pedacitos, endulzada con piloncillo, que se mueve con una cuchara de madera por más de una hora.
Este dulce se coloca en las ofrendas para la degustación de los muertos y vivos, en esta conmemoración dedicada a los fieles difuntos.
Hay cocineras tradicionales que hierven la calabaza en partes para que sean degustadas en pedazos, otras recetas extraen la pulpa de la calabaza y la revuelven para hasta obtener una base dulce.
Estas calabazas son de temporada, ya que sólo en los meses de noviembre están listas para ser consumidas por los habitantes de esta región del Valle del Mezquital.
A diferencia de otras culturas donde utilizan la calabaza como un ornamento en México se come como una golosina original que aporta nutrientes y es un alimento rico en vitaminas.