“La idea de la sororidad, de buscar una alianza entre nosotras, no tiene que ver con un lazo biológico, con que seamos amigas, conocidas o hermanas, ni tampoco se traduce en una cuestión de compartir los mismos pensamientos. Sino de encaminarse a la posibilidad de desmantelar este sistema que, entre otras cosas, ha tomado la dimensión de género como una forma para establecer desigualdades y opresión en la vida de muchas mujeres y de las personas en general”.
Así lo manifestó la académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Tania Esmeralda Rocha, como ponente en ocasión de las actividades organizadas por la UNAM con motivo del 25N: Por una #UNAMLibreDeViolencia, en donde explicó que ser sororales no se puede colocar en una cuestión de elección individual, sino pensar en una transformación social radical.
Argumentó que el anhelo de equidad no nace por un montón de mujeres que se juntan, sino por aquellas que son libres, que se reúnen para liberar de la opresión cultural a su género, recordando, al citar a Carmen Alborch, que “el gran éxito de las luchas de las mujeres ha sido precisamente la fuerza de lo colectivo, al encontrarnos y poner en común nuestras vivencias…
A todas nos ocurrían situaciones parecidas y se debía al hecho de haber nacido mujeres”. Planteó que ellas, sobre todo las jóvenes, toman las calles y realizan protestas; han expresado la “digna rabia”, enojo, frustración, cansancio, desesperación y hartazgo de ser constantemente violentadas. No es sólo una respuesta emocional; lo que a veces es juzgado como otra manera de violencia, constituye una forma de hacer manifiesta esa indignación y adquiere carácter ético y político, sobre todo y de manera particular, ante la no respuesta del Estado, la indiferencia, silencio y corrupción, aseguró.
Se trata, dijo, de una manera de responder y manifestar la inconformidad y búsqueda de respuesta ante las injusticias que vivimos, a situaciones concretas como el sexismo, racismo o la discriminación, abundó la especialista en la sesión moderada por la jefa de la División de Estudios de Posgrado e Investigación de la FP, Magda Campillo Labrandero.
Enfatizó Rocha Sánchez que detrás de frases como “hermana, yo sí te creo”, “juntas somos fuertes”, “yo también”, hay una convocatoria y provocación a la colectividad; es la posibilidad de reiterarnos que eso que le pasó a una, no sólo le pasa a ella, que no se lo está inventando, sino que se trata de una realidad a la que nos hemos “habituado”.
Finalmente, estableció que poner la sororidad en marcha, luchar para que ninguna, sin importar su color de piel, edad, condición, expresión de género, etcétera, quede fuera del acceso a los derechos básicos y fundamentales de las personas, para que ante alguna agresión verbal o física “estemos en la disposición de ayudar, no de burlarnos ni de cuestionar o no creerle”.