En medio de olores fétidos, desechos en estado de descomposición, fauna nociva y un ambiente de contaminación a su máxima expresión, más de cien hombres y mujeres dedicados a la pepena en el relleno sanitario de la comunidad de El Huixmi, sobreviven entre miles de toneladas de desperdicios que sirven para llevar el sustento diario a sus casas, producto de lo reutilizable de los desechos de la población.
En el completo anonimato, sin ningún tipo de protección o prestación laboral, adultos, jóvenes e incluso hasta menores, han encontrado en esta actividad, un modo de subsistir y todos los días, esperan impacientes la llegada de los camiones y camionetas recolectores de basura, en busca de artículos y material de reciclaje que les genere un ingreso promedio de 200 pesos por turno de la venta a intermediarios que pagan a muy bajo costo, pues se aprovechan de la situación de vulnerabilidad.
El acarreó de más de 400 toneladas diarias de basura de la zona metropolitana de la capital, representan una esperanza de vida para estas personas, en su mayoría originarias de comunidades cercanas al basurero de los municipios de Pachuca, San Agustín Tlaxiaca y Zapotlan.
Marialuisa “N”, es una de las mujeres de reciente llegada al confinamiento, quien accedió a dialogar con este medio y señalo, que en un día de suerte puede encontrar ropa o zapatos en buen estado que pueda vender en los tianguis los días que descansa, pues sólo cada tercer día puede pepenar, en virtud de la gran cantidad de personas dedicadas a esta actividad que se encuentran desempleadas.
Titubeante pues no les permiten dialogar con nadie externo abiertamente, reconoce que para poder trabajar, requieren pagar las cuotas semanales, tanto a los líderes de los pepenadores que han generado un emporio, como al propio Ayuntamiento, lo que representa una lucrativa cantidad si se toma en consideración que esto aplica para todos los recolectores.
Karen, mamá de seis hijos vecina de la localidad contigua de Santa Gertrudis, es otra de las historias de vida, que revela lo difícil que es laborar en un entorno así y en condiciones casi infrahumanas que tienen que padecer, pero la necesidad es más grande que los riesgos sanitarios que ahí existen y las condiciones naturales que tienen que soportar.
Entre comentarios, reveló la competencia desleal que tienen que sortear, pues la mayor parte de basura que llega al relleno, ya está escogida, pues durante el trayecto de recolección, los trabajadores de los camiones y unidades particulares concesionadas, se quedan con lo mejor del material utilizable, lo que merma la pepena y perjudica sus ingresos.
Añadió que el total de los pepenadores de basura, están divididos en dos grupos, de ahí que sólo puedan trabajar cada tercer día, cuando antes lo hacían diario, pero la plantilla ha crecido y disminuido la calidad de la basura.
Dejó entrever de manera discreta, la monopolización que existe tanto en el control de quienes ahí laboran, como lo que la basura genera y que se traduce en botín de unos cuantos a costa del trabajo que desempeñan.
Mientras haya basura explican, habrá pepenadores, reflexionan algunos de los separadores atraídos por la cámara fotográfica, el problema recalcan, es cuando cierren el basurero en definitiva y tengamos que buscar otro tiradero y comenzar de nuevo esta actividad que nos da de comer, ajenos a los conflictos políticos y de impacto ambiental que esto representa para los gobiernos involucrados en este problema social.