El próximo 27 de noviembre se cumplen 23 años de que se inscribiera en el Diario Oficial de la Federación, el decreto por el que se declara como área natural protegida con el carácter de reserva de la biosfera a la región conocida como Barranca de Metztitlán. La declaratoria y las acciones de protección de flora y fauna, son consideradas un caso de éxito socioecológico; sin embargo, las afectaciones en los ecosistemas limítrofes están impactando negativamente el cicló hídrico de este sistema natural.
Esta área ubicada en el Centro-Oriente del estado, cuenta con una superficie de más de 96 mil hectáreas que se extienden entre ocho municipios de la Sierra Baja: Atotonilco el Grande, Eloxochitlán, Huasca de Ocampo, Metepec, Metztitlán, Acatlán, Zacualtipán de Ángeles y San Agustín Metzquititlán.
Para Numa Pavón, doctor en Biología, ecólogo e investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y quien encabeza decenas de estudios ambientales desde hace veinte años en la zona, la declaratoria, si cumple su objetivo, pues antes del decreto, la Barranca de Metztitlán fue una zona en la que se saquearon cientos de especies de plantas, especialmente de cactus, acto que derivó en un daño irracional de la biodiversidad.
“Los pobladores nos narran que aquí llegaban en camiones y vehículos pesados a extraer o a comprar a costos risibles todo tipo de flora de la zona. Estaban acabando con sus recursos naturales”.
Ante esta amenaza, dijo, la protección se logra bajo un estatus muy particular, pues en vez de denominarse reserva como ocurre en otras latitudes del mundo, a esta área se le denominó biósfera.
“Es un distintivo muy mexicano, acuñado por el doctor Gonzalo Halffter, quien propuso en el ámbito mundial esta categoría, en la que a diferencia de otros parques nacionales donde se protege y no se permite la actividad humana, en la biósfera, sí se permite esta interacción”.
Refirió que, la biosfera permite los quehaceres humanos, ya que es complejo que un área no se toque en lo absoluto, por lo que esta clasificación permite una convivencia entre los seres humanos con actividades como la agricultura y la ganadería, para su aprovechamiento, pero también cuenta con áreas denominadas, núcleo, aproximadamente un veinte por ciento, que son “intocables”.
Aseguró que estas características hacen de la reserva un caso de éxito sociecológico, pues permitió que se frenara de tajo el saqueo, la destrucción, la limpieza a través de actividades como el fuego controlado.
“La recuperación fue paulatina y es de esta manera que a más de dos décadas de que se consiguiera esta declaratoria, tenemos avistamientos de especies como el águila real y en años previos, por ahí de 2006, la aparición de pumas, convirtiéndose así en un área de movimiento de diversas especies animales”.
En este sentido, de acuerdo a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), organismo que resguarda esta reserva, aquí habitan cinco especies de felinos, cerca de 300 especies de aves migratorias y es considerada una de las zonas con mayor diversidad de cactus y más importantes en el país.
Detalló que, actualmente los retos de conservación no se encuentran directamente en la Biósfera de Metztitlán, sino que debido a que en las zonas más altas que no pertenecen a la reserva existe deforestación, acto que afecta directamente el ciclo hídrico de la región, impidiendo que se cumplan procesos como la infiltración y escurrimientos, lo que se ha traducido en severas sequías.
“Aquí llegan corrientes provenientes de la Cuenca Alta de Tulancingo, a través del Río Metztitlán, pero la cantidad no es suficiente y lo sedimentos que lleva consigo anegan los cauces y entonces no hay agua”.
Refirió que dos de las actividades fundamentales que lleva a cabo la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, es la investigación a través de la máxima casa de estudios en el estado, pero también de otras instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México, quienes gracias a sus investigaciones se tiene una visión del estado que guarda la biósfera.
Por último, aseguró que, la difusión y divulgación es fundamental porque permite enterar a la ciudadanía sobre el impacto ecológico, las acciones de conservación y de la percepción favorable sobre la importancia del cuidado del ambiente y por tanto de la biodiversidad.