Seguramente has probado una desbordante y jugosa torta en cualquier puesto de esquina; pero, ¿sabías que la mayoría de quienes se dedican a su preparación son nativos de Villa de Tezontepec?, un municipio hidalguense que también tiene fama por la calidad de su barbacoa y carnitas.
Aunque no fue en esta tierra donde se inventó este popular alimento, sus hijos aprendieron con maestría el arte de su preparación y hoy, muchos de ellos viven de este oficio, cuya relevancia es tal que cada 1 de mayo celebra El Día del Tortero, fecha en la que se regalan miles de tortas a quienes visitan este pintoresco pueblo construido de piedra.
En entrevista para este diario, Hipólito Almaraz Hernández, quien está al frente de “Tortas Don Beto”, uno de los negocios con mayor tradición en ese municipio y tercera generación de una familia que ha dedicado toda una vida a esta industria, no dudó en afirmar que Villa de Tezontepec es la cuna de torteros.
Prueba de ello, mencionó, es que cada día, entre las 4:20 y las 7:15 de la mañana, salen de esa localidad autobuses que van ocupados en su mayoría por hombres que se dedican a la venta de torta en ciudades vecinas, principalmente, Ciudad de México y Pachuca. Estos maestros de la gula, también han encontrado cabida en Veracruz, Tlaxcala, Puebla, Querétaro e incluso en Acapulco.
“Actualmente encuentras tortas hasta en Veracruz, la mayoría de los puestos dicen Tortas Villa, porque todos son de aquí”.
El tezontepequense narró cómo fue que los oriundos de este pueblo salieron hacia la Ciudad de México en busca de una mejor oportunidad de vida y la encontraron en la venta de este alimento.
Mejor conocido como Beto, como le decían a su padre, el hombre de 51 años, 35 de ellos dedicado a este oficio, recordó que antaño en Villa de Tezontepec, no había ninguna oportunidad de trabajo más que el campo, que era muy mal pagado, por ello la mayoría se fueron a probar suerte a la capital.
Uno de ellos fue su abuelo, quien trabajó con los Lozano, una familia pionera en este negocio. Ellos, dijo, tenían un puesto frente a Garibaldi en donde vendían tortas de jamón, queso de puerco, jamón y queso blanco, “las preparaban y se las ponían a mi abuelo para que las fuera a vender a la Coliseo. Aquellas eran tortas frías", dijo.
Aunque su abuelo dejó esta labor por la albañilería, su padre Gilberto Almaraz Rivero si probó fortuna con las tortas y cuando era muy joven dejó su tierra para irse a trabajar con el señor Bonifacio Alemán a trabajar a un puesto en la calle de Pino. Pero una vez que dominó el oficio, puso el propio junto con su tío en la calle de Academia, frente a la escuela de San Idelfonso, por allá de los años 70. En total, dijo, su papá duró 52 años vendiendo tortas en la capital.
Por su parte, su tío, Genaro Salvador Almaraz Rivero, quien salió de Villa de Tezontepec a los 14 años, llegó a la CdMx a trabajar en una cremería. Luego, puso su tortería en la Agrícola Oriental, entre Rojo Gómez y Sur 16.
Su éxito fue tal que llegó a vender hasta 4 mil tortas diarias entre 1980 y 1983. “De ahí salieron muchos torteros, porque ocupaba hasta 22 personas y entonces se soltó todo el gremio de la torta”.
Hipólito o Beto, siguió los pasos de sus familiares y se fue a los 16 a trabajar con su papá. Durante 22 años estuvieron al frente de un establecimiento en la calle de Moneda, justo atrás de Palacio Nacional, “en donde hasta Salinas de Gortari mandaba traer su torta, les llamaban las grasientas, porque nomás iban envueltas en un papel y se escurría toda la grasa, pero estaban bien ricas”.
Tras conquistar la Ciudad de México, los torteros regresaron a su tierra natal cuando la barbacoa comenzó a popularizarse, pues mucha gente de las zonas vecinas llegaba los domingos a probar este platillo, lo que alentó la venta de otros alimentos, “aquí los domingos es una romería muy grande de gente”.
Su familia un día también regresó a su pueblo porque a su papá le operaron de hernias. Un tío fue quien motivó a don Genaro a fundar “Tortas Don Beto” en Villa de Tezontepec, el cual tiene 17 años en marcha.