TLAHUELILPAN, Hgo.- Su imponente estatura y carácter hacen que Ángel Barañano Guerrero no pase desapercibido en ningún sitio donde ha prestado servicio como bombero y paramédico a lo largo de cuatro décadas. Pero algo que lo hecho notoriamente conocido en la región Tula, e incluso en el estado de Hidalgo, es que la corporación que dirige, Bomberos de Tlahuelilpan, atiende cientos de emergencias cada año.
El Día del Bombero, que se celebra el 22 de agosto, pasó casi desapercibido por la pandemia, pero fue especial para la corporación de Tlahuelilpan, aún sin festejos, porque su director cumple en octubre 40 años de servicio.
Cuenta Ángel Barañano que sus inicios como bombero voluntario en Naucalpan, su tierra natal, se registran cuando estaba por terminar la secundaria, a los 17 años.
“Siempre quise ser bombero, y mi mamá animó esa ilusión comprándome carritos de bomberos y toda clase de juguetes. Después no le gustó que me alistara, pero le dije que ella tuvo la culpa por alentarme”.
Tres eventos, admite, han marcado su carrera y su vida. El accidente en San Juanico, en 1984, al que acudió como bombero de Naucalpan; el temblor en la Ciudad de México, en 1985, donde participó en el rescate como elemento de la Cruz Roja, y más recientemente la explosión de un ducto de Tlahuelilpan, en 2019, que debió atender como director.
Y sin duda, por el contexto social en que se dio, la magnitud, el daño social y la responsabilidad en el manejo de la emergencia, el evento de Tlahuelilpan aún por encima de las ocasiones en que ha resultado lesionado al atender conflagraciones, es la situación que más le ha marcado.
De los recuerdos de esos terribles momentos, comparte que le resulta sobrecogedor aún recordar a las personas pidiéndole auxilio. Refiere que justamente eso es lo que hace que un rescatista se sobreponga al miedo, se enfrente al fuego o a una condición de riesgo, haciendo hasta lo imposible por ayudar a las personas, aún a costa de su propia vida.
