ALTIPLANO DE HIDALGO.- Desde 1982, la familia Romero Ramírez, dejó las fábricas de la zona industrial en Ciudad Sahagún y aunque fueron tentados por otros giros comerciales que parecían más prometedores para la época eligieron preservar la alfarería.
José Fausto Romero y su esposa Ignacia Ramírez, decidieron conservar el oficio que los tatarabuelos del primero ejercían de generación en generación y desde entonces es una de sus principales fuentes de ingreso.
Con 78 años, don Fausto asegura que encuentra en la alfarería no un trabajo, sino su pasatiempo favorito el cual desarrolla con mucho orgullo pues afirma que la alfarería caracteriza al municipio y permite revalorar su cultura, tradiciones y costumbres.
Desde hace casi 38 años, ambos modelan a mano el barro colectado en los terrenos del municipio, pintan sus piezas para luego quemarlas en un horno antiquísimo que les da la fortaleza característica para que sirvan, la mayoría de las veces como artefactos de cocina.
Entre sus creaciones se hallan ollas, cántaros, tinajas, macetas, incensarios, floreros los tradicionales puerquitos que sirven como alcancías y prácticamente cuanta figura se pueda imaginar y moldear.
Señaló que a lo largo de estos años algunas de sus piezas han sido exportadas al extranjero, principalmente a Estados Unidos, pero también han tenido mucho éxito en otros estados de la región como Tlaxcala, donde con frecuencia son usados para restaurantes.
“Vienen nos piden piezas, algunos los diseñamos nosotros, otras veces ya tienen una idea y nosotros les damos forma”.
La familia Romero Ramírez, aseguran que será junto al barro y los hornos donde desean pasar hasta el último de sus días y que ser alfareros es un oficio que les llena de orgullo sobre todo al saber que hay quienes sumados a la compra de productos locales hallan en estos utensilios una alternativa de contribuir a la economía local.