Samuel, Luis, Gonzalo y Arturo esperan ansiosos el cambio del semáforo en uno de los cruceros de la vía federal México-Tuxpan en Tulancingo, mientras Roberto se apresura a poner la música en la grabadora.
Por fin el color rojo se enciende en el regulador de tráfico y se escucha la música breakdance a todo volumen.
Decididos los cinco jóvenes se colocan frente a los automóviles y uno de ellos comienza con ritmo cadencioso a realizar los movimientos de este baile de neoyorkino de la década de los 70´s.
Tienen solo unos minutos para atraer la atención de los conductores, tienen ya el tiempo medido.
Poco antes de que la luz se ponga en verde dos de ellos pasan por entre la fila de coches a pedir algunas monedas que utilizan para sobrellevar la vida de un estudiante que ante la situación económica que ha provocado la falta de empleos por la contingencia sanitaria generada por el Covid-19, buscan sacarle provecho a algo que les gusta y les atrae, el baile.
Ellos son solo uno de los muchos grupos de jóvenes procedentes de entidades circunvecinas que venden objetos, cantan o realizan malabares en las calles de Tulancingo para poder costear sus estudios universitarios o simplemente para ayudar a llevar un poco de comida a sus hogares, de manera digna, sin molestar, lastimar o robar a nadie.
Son parte de la realidad que vive nuestra sociedad en tiempos de la pandemia.