181 Aniversario del Natalicio de Don Luis Ponce Romero

“…cuando la amargura destroza mi corazón!, ¡cómo no sufre lo que yo!”

Abraham Ascencio

  · lunes 11 de mayo de 2020

Luis Ponce no pudo vivir sin su madre, así lo dice su epitafio | Abraham Ascencio

Este diez de mayo se celebró el 181 aniversario del natalicio de Luis Ponce Romero, poeta, médico y filántropo de Acaxochitlán que a su paso por Tulancingo, dejó grandes obras al servicio de quien lo necesitaba.

Hijo del honradisimo comerciante Don Felipe Ponce y de la angelical y virtuosa Doña Isabel Romero, como los describe Juan de Dios Peza en el Prólogo que escribió para la obra de Ponce, “Poemas y Composiciones diversas”.

Ponce quedó huérfano de padre en su niñez; en el libro Mexicanos Distinguidos, de Francisco Sosa, se afirma que en 1845 llegó a la ciudad de Tulancingo para seguir con su instrucción primaria en la escuela del sacerdote don Marciano Lezama, maestro de diversas generaciones de donde surgieron hombres ilustres como Manuel Fernando Soto, Justino Fernández, Félix Castillo, los hermanos Gabriel, Ramón, Miguel y Rafael Mancera.

Entre 1849 y 1850, Luis Ponce llegó a la ciudad de México, ya que su madre se lo confió a su tío, el Presbítero Don José María Borja y Vivanco, quien se encargó de su educación.
Así que, en 1850 ingresó al colegio de San Juan de Letrán donde fue alumno del Doctor Montes de Oca, del poeta Juan Díaz Covarrubias y del arqueólogo Chavero.

Posteriormente se inscribió en la Escuela Nacional de Medicina, donde presentó su examen en 1861, para que finalmente se titulara como Médico.

El ideal liberal de Ponce, lo llevó a ingresar a las filas del cuerpo médico militar para servir en el Ejército de Oriente, comandado por el General Zaragoza.

Su labor militar se detuvo en noviembre de 1862, ya que tuvo que regresar a la ciudad de Tulancingo por urgentes necesidades de su familia.

Ya estando a lado de su abuelo don Rafael Romero y Vivanco, su madre y sus hermanas Guadalupe y Josefa; práctico con gran generosidad su profesión, ayudando a los más necesitados, auxiliando a las familias pobres de forma gratuita.

Sin previo aviso la madre de Ponce cayó enferma y él de manera amorosa la cuidaba y atendía, amaneciendo todos los días cerca de la cabecera de la cama donde se encontraba postrada su madre.

Hasta que el 10 de abril de 1875, Doña Isabel Romero falleció, generando una onda tristeza en el corazón de Luis Ponce, de quienes sus amigos temían lo peor, por el dolor se le notaba.

Uno de sus más íntimos amigos refiere que fue tan doloroso la muerte de su madre, que un día lo vieron sentado a la orilla del río y lo escucharon recitar las siguientes palabras:
“¡Que naturaleza tan risueña! ¡que naturaleza tan risueña me rodea, cuando la amargura destroza mi corazón! ¡Cómo no sufre lo que yo!

El tifo hizo estragos en la ciudad, y al visitar a un enfermo, Ponce fue contagiado, lo que le hizo caer en cama para que días más tarde, el 16 de octubre de 1875, dejará de existir.

Tres tumbas se encuentran en el mismo lugar del Panteón San Miguel de Tulancingo, donde es posible leer, en la lápida trasera: Rafael Romero y Vivanco, enero 20 de 1869.

Por lo que es de presumir que es la fecha de fallecimiento de su abuelo, debajo de esa fecha se lee: Ysabel Romero Va. De Ponce, abril 10 de 1875. Así que los restos del abuelo y madre de Luis Ponce descansan a lado de él. En la lápida de Luis Ponce se lee lo siguiente:

LUIS PONCE. NO PUDO VIVIR, SIN SU MADRE. OCTUBRE 16 DE 1875. Epitafio que consuma y concreta, la vida de un ilustre personaje que, acallado en el olvido, sus acciones y ejemplo, resuenan en las calles de la ciudad, en los textos del estado y en los anales de los inmortales.

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