“¿Qué juguete cuesta 50 pesos, se comparte hasta por 30 niños o quién quiera participar, y además se puede transformar en un rico ponche? Solo la piñata”.
Así se expresó Carmen López Ramírez, de la Licenciatura en Biología del Instituto de Ciencias Básicas e Ingenierías (ICBI) de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) al referirse sobre las piñatas como un objeto sustentable en la economía familiar.
En cuanto a lo social este sencillo objeto no sólo llena de alegría posadas como fiestas en general, sino que además reúne por un buen rato a invitados o peregrinos, quienes tienen en mente ser el que mejor tino tenga para conseguir quebrarla y obtener el contenido.
Diversas fuentes remontan su origen desde los viajes de Marco Polo traída desde la lejana China, cuyo uso se atribuye a celebrar el año nuevo, o desde la cultura maya, como juego tradicional. Asimismo, fue usada por los frailes para evangelizar en la nueva España.
NO HAY FIESTAS DE DICIEMBRE SIN PIÑATAS
La investigadora Carmen López indicó que la piñata reúne el triángulo virtuoso que es lo ecológico, económico y social que la hace sustentable.
Acompañada de pasantes de la maestría en Ciencias y Tecnología Agrícola, así como de Forestal Sustentable, Adriana Ortiz Quijano expresó que “en realidad, durante la temporada navideña no sería difícil incentivar nuevamente el uso de una piñata de manera sustentable, más aún en estos tiempos de Covid-19, pues involucra una forma de convivencia y festejo familiar en el hogar sin salir de casa; significa un proceso que inicia desde su creación hasta finalizar en el festejo para compartir los alimentos que la constituyen”.
En la actualidad, las piñatas se llenan de dulces y algunos juguetes, en cuyo caso el consumo de las golosinas representa la ingestión de un alto contenido calórico, aditivos, conservadores y colorantes de origen sintético que a la larga pueden ser perjudiciales para la salud. Además, las envolturas y envases de plástico son una fuente de contaminación y deterioro ambiental muy fuerte.