Migrantes centroamericanos viven un viacrucis para llegar a su destino, el cual, por cierto, ya no es Estados Unidos, sino algún estado de este país.

De aventón en aventónlo poco que ganan es para moverse y llegar a San Luis Potosí, donde un familiar ya logró establecerse, cuenta Esmirna, quien carga a sus dos pequeñas, una de nueve meses y otra de dos, mientras su esposo José Luis pide dinero a media carretera.

Pocos son los que los apoyan dándoles algunos recursos económicos o en especie, otros les dicen: “No estás en tu patria”, “qué hacen aquí”, y entonces la añoranza invade tras haber dejado más familia allá, en su país natal, donde, dicen, las cosas están muy complicadas.

“No hay trabajo, no hay dinero. Hay mucha crisis, lo que nos llevó a decidirnos asalir de allá y entonces ni siquiera pensar en Estados Unidos, Donald Trump no nos deja llegar allá. No me quiero regresar”.

Unos días estarán en Tulancingo, pero su camino es incierto. “Solo nosotros sabemos lo que vivimos, por ejemplo: mi hija tiene tos y gripa”. Y Esmirna se cayó y se lesionó el cuello. Las cosas nada fáciles para ellos como migrantes.

Viajaron en caravana para arribar a México, en primera instancia hace mes y medio. Sin embargo, les dio miedo porque los rumores crecían, el primero de ellos es que serían regresados, e incluso escucharon que los niños eran separados de ellos.

Así que tomaron rumbo por sí solos, pidiendo aventones, Esmirna, José Luis y sus dos pequeñas, además de un primo, quien igualmente dejó a su familia allá. Él casi no habla, pues aprovecha ubicarse a mitad de carretera para pedir un apoyo económico. La indiferencia de la gente, pareciera ganar terreno.

“Obtenemos unos 100 pesos al día, y a veces menos. No nos alcanza para nada, sino para subsistir”, dicen.