Raúl Ortiz Pulido, doctor en Ecología y Conservación de Recursos Naturales, declaró que en el contexto mundial se ha perdido más de 30 por ciento de las especies de aves, mientras que en México 50 por ciento está en peligro, un fenómeno que se halla estrechamente ligado a las actividades humanas y es un llamado de atención para hacer acciones a favor del planeta.
El profesor investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) realizó un análisis en 2018 sobre las especies de aves que se encuentran en riesgo en México, en el cual se consultó la opinión de expertos y tres listados: la Norma Oficial Mexicana NOM-059-ECOL-2010, la lista de aves en riesgo de México por Bird Life International y la evaluación mundial de tendencias poblacionales para especies de aves.
Los resultados arrojaron que de las 655 especies consideradas en algún grado de riesgo en el país por las fuentes consultadas, 415 tienen poblaciones que van en disminución, 100 se encuentran estables, 36 muestran datos de un aparente incremento, cuatro se extinguieron y 100 permanecen sin datos suficientes para conocer su estado.
Las especies extintas en el país son la caracara de la Isla de Guadalupe (Caracara lutosa), perteneciente a la familia de los halcones, fue cazada hasta su desaparición en 1900 por el temor de que aniquilara a los rebaños de ovejas; el cuauhtotomomi o carpintero imperial (Campephilus imperialis), considerado el más grande del planeta, habitaba en los estados de Chihuahua, Durango, Jalisco, Michoacán, Sonora, Nayarit y Zacatecas, para la cosmogonía de los wixaritari esta ave representaba un dios-héroe que se sacrificó para que el Sol completara su primera misión.
También se encuentran la huilota de Isla Socorro (Zenaida graysoni), cuyo último registro en vida salvaje se remonta a la matanza de esta especie, por parte de un expedición del Gobierno del Estado de Colima y la introducción a su hábitat de gatos que diezmaron a la población; y el zanate del Lerma (Quiscalus palustris), un ave de los humedales que habitó hasta 1910 en el Estado de México, se considera que su extinción se dio por la constante extracción de agua para consumo humano y la tala de árboles donde anidaban.