/ lunes 24 de junio de 2024

El día que el agua devoró a Pachuca 

El 24 de junio de 1949 marcó un antes y un después para la capital del estado 

“Era junio 24, fecha que a todos conmueve, tal desgracia sucedió en el año 1949. A las cinco de la tarde, una tromba –granizada del cielo-, destino enviado nuestra ciudad enlutó, el destrozo fue muy fuerte, todo pasó en un momento, cuando la tromba acabó nos dejó sólo un tormento”.

Así inicia la crónica-corrido con que El Sol de Hidalgo, en su primera edición del 27 de junio de 1949, hace 75 años, daba cuenta de la peor tragedia que ha vivido la capital del estado y de la que ya muy pocos recuerdan vívidamente.

Como Margarita Hernández Cruz comerciante del mercado Nuevo Miguel Hidalgo, conocido como “La Fayuca” (porque el antiguo lo destruyó la inundación), quien recuerda lo que vivió cuando apenas contaba con cuatro años y en esa corta edad acarreaba agua a los que vendían verdura en lo que se conocía como La Cuchilla.

“Ese día desayunaba con mi abuelita y con mi hermanito de un mes de nacido, porque mi mamá ya había bajado a trabajar en la tortillería. A eso de la una de la tarde nosotros también bajábamos. Ese 24 de junio había sol y estaba tranquilo, cuando empezó a llover y el mostrador de la tortillería era de encino y había burros de madera donde estaban los metates”.

El local estaba rodeado de máquinas con burros y ahí fue donde empezó a gritar la gente; yo corrí, me metí y empecé a gritar y al ver eso, mi mamá me subió arriba de una máquina de apachurrar tortillas y mi abuelita, en un burro de dos metates, ahí estábamos”.

“Yo veía cómo corría una señora que atrás vendía lentejuela para los conos (alimento para los guajolotes) y el agua corrió y veía como jalaba a la gente y recuerdo que el señor que llevaba la mesa me cargó junto con mi hermanito y a mi abuelita y nos metieron en el bodegón”.

En un parte del corrido: “Inenarrables escenas pude esa tarde mirar, ayes, lamentos y pena y a los mineros llorar. Del monte vino la tierra, con el agua en revoltura. No era tempestad cualquiera, sino negra sepultura y por las calles de arriba, el torrente se arrojó con bramidos del infierno a nuestras casas llegó”.

“Por la calle principal del comercio y de las luces el lodo quería quitar, estas abnegadas cruces. El lodo subió dos metros, tapando hasta los zahuanes donde tanto trabajaron los mineros y los juanes”, continúa la crónica de autor anónimo en el primer ejemplar de El Sol de Hidalgo.

Margarita Hernández continúa el recuerdo de esa fecha trágica: “Nos llevaron y nos dieron una tacita de té sabor a canela con alcohol y yo me asomaba y los presos que estaban en la cárcel los sacaban de un pie y dos pies y los aventaban. Mucha gente murió”.

“Y ahí en el bodegón incluso una mujer abierta de piernas a la que se le salió el bebé. Quedé muy traumada de eso porque cuando ya fui mayor y mamá, yo sacaba a mis niños de la escuela cuando llovía porque veía venir el agua. Me quedó un ruido en la cabeza y lo comparaba con el del panteón cuando hace aire. Quedé muy mal y ya después se me quitó”.

En otra parte del corrido: “Entre lodo y granizo vimos pasar a los muertos. Hombres, mujeres y niños ya son cadáveres yertos y unos al monte se fueron y otros a lo alto subieron. Algunos enloquecieron y toditos sufrieron. Toda la gente decía con sentimiento profundo, los que se “hogaron”, manito, ya están en el otro mundo”

Corrido: “Sí en el diluvio creyera me hubiera puesto a rezar, al ver con violencia ciega todo aquel lodo avanzar. Ganas de llorar me dan, cuando llora la azteca raza, al ver nomás el lugar donde se hallaba mi casa, la casa donde nací, toda ha quedado destruida, también a ti te perdí madrecita de mi vida”.

Doña Margarita cuenta que el agua bajó del Arbolito y chocó el agua y se reventó el puente. Y sí, salía mucha agua y después puro griterío y chilladero. Yo me acuerdo que estaba tiesa, entumida del agua helada. No me podía mover. Ahí nos auxiliaron. Mi abuelita dijo, señor yo te doy mi vida a cambio de los que se están muriendo, pero mi mamá la jaló de los cabellos y la subió otra vez al metate”

Margarita Hernández, de 79 años, concluye: “estuvo horrible, muy feo, mucha gente murió, se dice que las dos presas reventaron, que chocaron víboras de agua, aquí llovió poquito pero de por allá se vino toda el agua”.

De acuerdo a la primera publicación de El Sol de Hidalgo fallecieron 53 personas y decenas de desaparecidos. Los niveles del agua fueron superiores a dos metros. La inundación fue causada por el descenso de gran cantidad de agua con piedras, lodo y otros materiales de la Cañada de San Buenaventura, atrás de la Hacienda Loreto y provocó el desbordamiento del Río de las Avenidas.


“Era junio 24, fecha que a todos conmueve, tal desgracia sucedió en el año 1949. A las cinco de la tarde, una tromba –granizada del cielo-, destino enviado nuestra ciudad enlutó, el destrozo fue muy fuerte, todo pasó en un momento, cuando la tromba acabó nos dejó sólo un tormento”.

Así inicia la crónica-corrido con que El Sol de Hidalgo, en su primera edición del 27 de junio de 1949, hace 75 años, daba cuenta de la peor tragedia que ha vivido la capital del estado y de la que ya muy pocos recuerdan vívidamente.

Como Margarita Hernández Cruz comerciante del mercado Nuevo Miguel Hidalgo, conocido como “La Fayuca” (porque el antiguo lo destruyó la inundación), quien recuerda lo que vivió cuando apenas contaba con cuatro años y en esa corta edad acarreaba agua a los que vendían verdura en lo que se conocía como La Cuchilla.

“Ese día desayunaba con mi abuelita y con mi hermanito de un mes de nacido, porque mi mamá ya había bajado a trabajar en la tortillería. A eso de la una de la tarde nosotros también bajábamos. Ese 24 de junio había sol y estaba tranquilo, cuando empezó a llover y el mostrador de la tortillería era de encino y había burros de madera donde estaban los metates”.

El local estaba rodeado de máquinas con burros y ahí fue donde empezó a gritar la gente; yo corrí, me metí y empecé a gritar y al ver eso, mi mamá me subió arriba de una máquina de apachurrar tortillas y mi abuelita, en un burro de dos metates, ahí estábamos”.

“Yo veía cómo corría una señora que atrás vendía lentejuela para los conos (alimento para los guajolotes) y el agua corrió y veía como jalaba a la gente y recuerdo que el señor que llevaba la mesa me cargó junto con mi hermanito y a mi abuelita y nos metieron en el bodegón”.

En un parte del corrido: “Inenarrables escenas pude esa tarde mirar, ayes, lamentos y pena y a los mineros llorar. Del monte vino la tierra, con el agua en revoltura. No era tempestad cualquiera, sino negra sepultura y por las calles de arriba, el torrente se arrojó con bramidos del infierno a nuestras casas llegó”.

“Por la calle principal del comercio y de las luces el lodo quería quitar, estas abnegadas cruces. El lodo subió dos metros, tapando hasta los zahuanes donde tanto trabajaron los mineros y los juanes”, continúa la crónica de autor anónimo en el primer ejemplar de El Sol de Hidalgo.

Margarita Hernández continúa el recuerdo de esa fecha trágica: “Nos llevaron y nos dieron una tacita de té sabor a canela con alcohol y yo me asomaba y los presos que estaban en la cárcel los sacaban de un pie y dos pies y los aventaban. Mucha gente murió”.

“Y ahí en el bodegón incluso una mujer abierta de piernas a la que se le salió el bebé. Quedé muy traumada de eso porque cuando ya fui mayor y mamá, yo sacaba a mis niños de la escuela cuando llovía porque veía venir el agua. Me quedó un ruido en la cabeza y lo comparaba con el del panteón cuando hace aire. Quedé muy mal y ya después se me quitó”.

En otra parte del corrido: “Entre lodo y granizo vimos pasar a los muertos. Hombres, mujeres y niños ya son cadáveres yertos y unos al monte se fueron y otros a lo alto subieron. Algunos enloquecieron y toditos sufrieron. Toda la gente decía con sentimiento profundo, los que se “hogaron”, manito, ya están en el otro mundo”

Corrido: “Sí en el diluvio creyera me hubiera puesto a rezar, al ver con violencia ciega todo aquel lodo avanzar. Ganas de llorar me dan, cuando llora la azteca raza, al ver nomás el lugar donde se hallaba mi casa, la casa donde nací, toda ha quedado destruida, también a ti te perdí madrecita de mi vida”.

Doña Margarita cuenta que el agua bajó del Arbolito y chocó el agua y se reventó el puente. Y sí, salía mucha agua y después puro griterío y chilladero. Yo me acuerdo que estaba tiesa, entumida del agua helada. No me podía mover. Ahí nos auxiliaron. Mi abuelita dijo, señor yo te doy mi vida a cambio de los que se están muriendo, pero mi mamá la jaló de los cabellos y la subió otra vez al metate”

Margarita Hernández, de 79 años, concluye: “estuvo horrible, muy feo, mucha gente murió, se dice que las dos presas reventaron, que chocaron víboras de agua, aquí llovió poquito pero de por allá se vino toda el agua”.

De acuerdo a la primera publicación de El Sol de Hidalgo fallecieron 53 personas y decenas de desaparecidos. Los niveles del agua fueron superiores a dos metros. La inundación fue causada por el descenso de gran cantidad de agua con piedras, lodo y otros materiales de la Cañada de San Buenaventura, atrás de la Hacienda Loreto y provocó el desbordamiento del Río de las Avenidas.


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