En 1950, un grupo de doce trabajadores de la Mina del Paricutín, quedó atrapado en un tiro a causa de una falla mecánica mientras ascendían en un malacate, por horas intentaron salir a la superficie sin conseguirlo y en su desesperación ante el hambre y el frío elevaron una oración a Cristo Rey, le prometieron que si los salvaba harían un monumento en su nombre y así fue; sin embargo, cumplir su promesa fue un largo peregrinaje.
En la Pascua de 1996 fue inaugurado el santuario, habían pasado más de treinta años desde que algunos de los mineros, feligreses y empresarios, junto con el entonces presbítero del exconvento de San Francisco de Asís, habían reunido recursos para iniciar su edificación en 1982.
Durante casi cuatro décadas los intentos por obtener la sede, reunir recursos económicos e insumos para lograr el monumento habían resultado infructuosos; sin embargo, los mineros decían que no querían morir sin cumplir con su palabra.
Con ayuda del padre Alfonso Romero y de Luis Manuel Willars, director de la Compañía Real del Monte y Pachuca; el 3 de agosto de 1982 quedó formalizada ante notario público, la compra del terreno en el Cerro de Santa Apolonia.
El predio habría sido adquirido por cien mil pesos y media hectárea más, donada por la entonces propietaria Margarita Ramírez.
Durante este procedimiento, se integró al proyecto el ingeniero José Luis Lugo Vera como director responsable, con registro 012, de la Secretaría de Obras Públicas de Hidalgo, a quien se sumaría el arquitecto César Narváez Benítez, supervisor técnico y residente.
Sin embargo, los trabajos comenzaron a aplazarse y entonces el párroco junto con los mineros y feligreses organizaron el 6 de septiembre de 1988 una procesión que salió desde el exconvento de San Francisco de Asís, hasta el cerro de Santa Apolonia, donde se instaló la cruz y se celebró le primera misa.
Los trabajos de edificación iniciaron el 14 de noviembre de 1988, se trataba de un monumento de 33 metros de altura, cada uno en representación de los años que cristo vivió en la tierra, elaborado en cantera rosa traída desde el estado de Querétaro y financiado mediante distintas donaciones por los residentes de Pachuca, la Bella Airosa.