Previo al Día de Muertos, Óscar Domínguez, Arzobispo de la Arquidiócesis de Tulancingo, recomendó a los feligreses ver la celebración con ojos de fe, evitar acciones alejadas del cristianismo y enseñar a las nuevas generaciones que los muertos están dormidos en espera de la Resurrección.
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Como parte de la tradición mexicana y de acuerdo al calendario litúrgico, en la entidad hidalguense el Día de Todos Santos y el Día de Muertos son celebraciones que tienen lugar los días uno y dos de noviembre, por ello, luego de encabezar la Eucaristía en la capilla de "La Divina Providencia", de la colonia Santa Julia, el Arzobispo refirió a El Sol de Hidalgo que otra de las formas de honrar a los muertos es haciendo oración.
“Les recomiendo que vean la fiesta del dos de noviembre con ojos de fe, porque ahora desgraciadamente por la influencia de la mercadotecnia y las ideologías nos vamos más por el halloween, cuando no es una fiesta cristiana, no está en nuestras raíces; México tiene una cultura prehispánica hermosa, que se ha venido a fusionar con el cristianismo”, dijo.
Argumentó que el cristianismo no habla de muerte, por lo que las personas duermen esperando la venida del Señor: “Lo único que les pido es que realmente hagan un momento de oración si gustan hacer su ofrenda, hay quien la hace y quién no, pero la oración debe ser en recuerdo…ellos duermen, no están ausentes, están también con nosotros”, expresó Domínguez Couttolenc.
Con gran gozo y alegría alrededor de 400 feligreses le recibieron en el recinto religioso en donde explicó el Evangelio de San Marcos, donde Bartimeo, personaje ciego del Nuevo Testamento, protagonizó un milagro de curación; al respecto, Monseñor indicó que el ejemplo de este hombre muestra la importancia de persistir en las peticiones delante de Dios: “Jesús no se hace el sordo a nuestras súplicas”, mencionó.
Además, al aclarar que el manto que portaba este personaje no era solo una vestimenta sino un signo de dignidad, instó a la feligresía a identificar y seguir el paso de Jesús en sus vidas: “El creyente debe de soltar el manto, las inseguridades porque la incredulidad es la enfermedad de nuestros días, hay que tomar en cuenta que el ciego sólo lo escuchó hablar, no lo había visto ni había contemplado ninguno de sus milagros”, finalizó.