Miedo a todas horas y nula perspectiva de desarrollo personal, así como también para sus descendientes, son denominador común en las mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, de acuerdo con sus tristes descripciones de vida al buscar apoyo para salir de ese “tobogán”, como dice una de ellas.

Violencia física tolerada desde que empiezan sus relaciones de noviazgo y que continúa más intensamente en el matrimonio o la convivencia en unión libre, violencia psicológica, sexual, económica y social, forman ese círculo vicioso que las deprime y obliga a caer en el abandono mismo.

“Angélica”, originaria de un estado del norte del país, pero avecindada en Pachuca desde hace años, está separada de un abusador. Tiene dos hijos y viven escondidos de su expareja, en un cuarto que le asignó la dueña de la casa en la que hace el aseo por mil pesos semanales.

Relata que toleró malos tratos y minimizaba su problema por miedo a enfrentarlo. Desde que vivimos juntos sus celos aumentaron; me agredía a cachetadas y hasta quererme ahorcar”.

La mujer refiere que recibió un trato despectivo y humillaciones. En lo sexual, señala, dejó de sentirse cómoda y accedía para evitar reacciones de ira y celos.