/ sábado 6 de noviembre de 2021

Reguetón: de la marginación a encabezar carteles de grandes festivales

De reguetón, pasó a ser género urbano y hoy es el ritmo al que baila el mundo debido a tres factores: su contagiosa cadencia, su capacidad de adaptación y el impulso comercial

El 5 de mayo de 2007, algo insólito ocurrió en el Vive Latino: Calle 13, una banda de reguetón, se subía al escenario casi al mismo tiempo que Gustavo Cerati. Para el público aquello fue poco menos que un sacrilegio. En ese año, el reguetón era la música que se escuchaba en los barrios bajos, en los perreos donde la mona circulaba tan rápido como el flow de Daddy Yankee, Don Omar y Ángel y Khriz. El reguetón era considerado, por muchos, como una música rupestre.

Aquella noche, Calle 13 —que desde ese año ya luchaba por desmarcarse del universo reguetonero, que provenía más del marketing estadounidense que de las tiraderas de Puerto Rico— fue recibido con abucheos e insultos. “¡Bájate, pinche chaca!”, le gritaban desde la multitud mientras volaban hacia el escenario vasos vacíos y botellas llenas de orines. Residente, el vocalista del grupo, no se quedó callado: “¿Dónde están los roqueros aquí, puñetas? Míralos aburridos, con los pies deprimidos, yo voy a revivir a los que huelen a orines de viejito. Les digo algo de corazón: Calle 13 no es reguetón”.


Catorce años después, el Vive Latino 2022 anuncia como uno de sus headliners a un hombre que hace y respira reguetón: C Tangana. La diferencia es que el género ya no es exclusivo del gueto. Los perreos ya no son esos lugares clandestinos de alcohol y drogas baratas que usualmente acababan en redadas: ahora se perrea hasta en la Roma, entre gin tonics, ropa Gucci y exposiciones de arte.

El reguetón —que ya ni el nombre conserva, porque ahora en Estados Unidos le han colgado la etiqueta de urbano— es un océano sin horizontes. Su ritmo se contagia más rápido que el coronavirus y alcanza a géneros que hace 20 años lo miraban con recelo. Madonna, la Reina del pop, sucumbió ante Maluma. Steve Aoki y Tiesto, los dos DJ’s más populares del mundo, grabaron con Nicky Jam y Karol G. Y Rubén Albarrán, el vocalista de Café Tacvba —la banda mexicana de rock más reconocida del mundo— se subió al escenario con Bad Bunny.

Existe desde 2017 un festival dedicado al género, el Flow Fest, que regresará al Autódromo Hermanos Rodríguez el 27 de noviembre, después de dos años en pausa por la pandemia de Covid-19. Los actos principales serán Ozuna, Wisin & Yandel, Farruko y Rauw Alejandro.

Y las entregas de premios también están plagadas de exponentes del género, como Maluma que actuará en los MTV EMAs 2021 el 14 en Budapest, junto a Ed Sheeran, e Imagine Dragons.

Bruno Bartra, etnomusicólogo de la City University of New York (CUNY), atribuye el éxito comercial del reguetón como un producto pop a tres razones principales: su base rítmica —que ha estado presente en buena parte de la música latina del último siglo—, su capacidad casi natural de adaptación a otros géneros y su gran impulso comercial desde Estados Unidos como un producto ideal para bailar, despojado de toda transgresión social y cultural.

El ritmo base del reguetón, explica Bartra, pertenece a la célula rítmica conocida como habanera, la cual proviene de la contradanza, que es el baile de salón que se practicaba en Cuba a finales del siglo XIX. Ese género después se mezcló con más elementos afrolatinos y dio paso al mambo y al cha cha chá. “Entonces ese ritmo infectó al son cubano y luego a la salsa”, agrega el también sociólogo.

Fue en los países caribeños donde ese ritmo, con el tiempo, se mezcló con el reggae y el hip hop, dos géneros que ya tenían una amplia tradición en Jamaica, Puerto Rico y Panamá durante la década de 1990. Particularmente en Kingston, los soundsystems —que eran una especie de sonideros urbanos donde se tocaba reggae, dub y rocksteady— se volvieron salvajes, con un concepto cada vez más cargado hacia la sexualidad y el baile. De algún modo, fueron los antecedentes del perreo.

Fue así que, poco a poco, se configuró el reguetón como un género nuevo, con artistas que abordaban temáticas no siempre asociadas al sexo. El ritmo de la habanera fue mejor conocido como dembow y se extendió por todo el Caribe con artistas que después serían piedras angulares de esta música: El General, Tego Calderón, Don Omar y Daddy Yankee, por mencionar algunos. Todos ellos, siguiendo e interpretando, a su modo, las bases que antes había construido un rapero que usualmente es considerado el primer cantante de reguetón de la historia: Vico C.

“Existe mucho desconocimiento sobre los orígenes de estos géneros y de quienes los forjaron. Por eso, cuando veo a artistas de pop o de electrónica entrándole al reguetón, me produce cierta irritación, pero entiendo que era un paso lógico dada la popularización y la entrada al mainstream del movimiento”, dice Cynthia Salazar, crítica musical y social editor de VICE en español.

Y es lo que en su momento fue un movimiento subterráneo, sandunguero —así llaman los reguetoneros al lado más rasposo y menos blanco del género—, hoy es un fenómeno pop sin precedentes, protagonizado por artistas, en su mayoría, blancos, al menos en el ambiente mainstream.

Tan sólo en el primer semestre de 2021, y principalmente impulsados por el reguetón, los ingresos de la música latina en Estados Unidos aumentaron en 37%, un crecimiento que superó al del mercado global en su totalidad, según la Asociación de la Industria de la Grabación (RIAA).

“El reguetón va a seguir sonando, es una bomba… Le queda mucho por ofrecer”, asegura el puertorriqueño Rauw Alejandro, uno de los artistas urbanos más sonados del momento. A sus 28 años es una avalancha de éxitos. Su disquera es la estadounidense Sony Music Latin, el brazo de Sony Music que se encarga de impulsar la música latina en el mundo.

“Dentro de la misma transformación del movimiento y la blanquitud con la que han exponenciado el género representantes como J Balvin y Maluma, era lógico (que el reguetón se convirtiera en un producto pop de escala mundial)”, señala Salazar, quien recuerda que el reguetón tiene sus raíces en las calles.

“Era algo hecho del barrio para el barrio, y por lo mismo fue y sigue siendo marginalizado por mucha gente. Sin embargo, con la globalización de la música y la entrada de exponentes del pop u otros géneros ‘más aceptados’, es común ver perreando a personas que no forman parte de las clases baja o media. Al menos lo intentan”, observa Salazar.

UN BARRIO NO TAN FINO, UN CANTO NO TAN LATINO


Hay dos lanzamientos en 2004 que marcan el inicio de la comercialización masiva del reguetón: la publicación de Barrio Fino, el álbum con el que Daddy Yankee saltó a la fama, y la grabación de Oye mi canto, el gran éxito del rapero estadounidense de origen puertorriqueño, N.O.R.E.

En el nombre de estos dos lanzamientos está la clave inicial de una de las primeras transformaciones del género.

Con Barrio Fino, Daddy Yankee saca al reguetón del subterráneo urbano para llevarlo a las listas de popularidad de Estados Unidos y Latinoamérica. Y todo gracias a Gasolina, la poco discreta canción con la que Daddy anuncia la conquista de los oídos del mundo. El disco fue producido bajo El Cartel Records, un sello que ya había dejado de ser independiente para aliarse con el gigante de Universal Music.

En ese momento los latinos conforman el 12.5% de la población estadounidense; hoy representan casi 20%, una quinta parte, según censos oficiales de ese país.

“El éxito y la transformación del reguetón tiene mucho que ver con la migración, la gran cantidad de latinos que ha llegado a Estados Unidos en los últimos 30 años. Los latinos han tomado posiciones importantes en sitios claves de la industria musical de Estados Unidos. Los Latin Grammy son un buen ejemplo de ello”, explica Bartra.

“Justamente ha sido en esa industria estadounidense donde se ha promovido el reguetón como uno de los géneros insigne. Y recordemos que lo que promueve Estados Unidos tiene un impacto tremendo en el resto del mundo”, agrega.

Eso lleva a pensar en el otro lanzamiento: Oye mi canto, de N.O.R.E. Una canción que rápidamente se convirtió en una especie de himno de la hermandad latina en torno al reguetón, cuando en realidad se trataba de un producto eminentemente estadounidense. N.O.R.E en realidad era un estadounidense de orígenes puertorriqueños y muchos de los productores y artistas que colaboraron en el tema tenían perfiles similares. Incluso Daddy Yankee ya empezaba a seguir una línea más comercial.

“Si hablamos de la comercialización masiva del reguetón, estamos ante el triunfo de la civilización del espectáculo pero no es culpa del reguetón. Tiene tiempo que ese segmento de la industria musical estadounidense que busca ventas masivas, toma géneros musicales del pasado para convertirlos en mainstream. Todo lo que toca lo transforma en basura. Es así que transforma géneros que a veces son profundos en algo inocuo y superficial, algo que ya sucedió en la época del rock”, concluye Bartra.

El 5 de mayo de 2007, algo insólito ocurrió en el Vive Latino: Calle 13, una banda de reguetón, se subía al escenario casi al mismo tiempo que Gustavo Cerati. Para el público aquello fue poco menos que un sacrilegio. En ese año, el reguetón era la música que se escuchaba en los barrios bajos, en los perreos donde la mona circulaba tan rápido como el flow de Daddy Yankee, Don Omar y Ángel y Khriz. El reguetón era considerado, por muchos, como una música rupestre.

Aquella noche, Calle 13 —que desde ese año ya luchaba por desmarcarse del universo reguetonero, que provenía más del marketing estadounidense que de las tiraderas de Puerto Rico— fue recibido con abucheos e insultos. “¡Bájate, pinche chaca!”, le gritaban desde la multitud mientras volaban hacia el escenario vasos vacíos y botellas llenas de orines. Residente, el vocalista del grupo, no se quedó callado: “¿Dónde están los roqueros aquí, puñetas? Míralos aburridos, con los pies deprimidos, yo voy a revivir a los que huelen a orines de viejito. Les digo algo de corazón: Calle 13 no es reguetón”.


Catorce años después, el Vive Latino 2022 anuncia como uno de sus headliners a un hombre que hace y respira reguetón: C Tangana. La diferencia es que el género ya no es exclusivo del gueto. Los perreos ya no son esos lugares clandestinos de alcohol y drogas baratas que usualmente acababan en redadas: ahora se perrea hasta en la Roma, entre gin tonics, ropa Gucci y exposiciones de arte.

El reguetón —que ya ni el nombre conserva, porque ahora en Estados Unidos le han colgado la etiqueta de urbano— es un océano sin horizontes. Su ritmo se contagia más rápido que el coronavirus y alcanza a géneros que hace 20 años lo miraban con recelo. Madonna, la Reina del pop, sucumbió ante Maluma. Steve Aoki y Tiesto, los dos DJ’s más populares del mundo, grabaron con Nicky Jam y Karol G. Y Rubén Albarrán, el vocalista de Café Tacvba —la banda mexicana de rock más reconocida del mundo— se subió al escenario con Bad Bunny.

Existe desde 2017 un festival dedicado al género, el Flow Fest, que regresará al Autódromo Hermanos Rodríguez el 27 de noviembre, después de dos años en pausa por la pandemia de Covid-19. Los actos principales serán Ozuna, Wisin & Yandel, Farruko y Rauw Alejandro.

Y las entregas de premios también están plagadas de exponentes del género, como Maluma que actuará en los MTV EMAs 2021 el 14 en Budapest, junto a Ed Sheeran, e Imagine Dragons.

Bruno Bartra, etnomusicólogo de la City University of New York (CUNY), atribuye el éxito comercial del reguetón como un producto pop a tres razones principales: su base rítmica —que ha estado presente en buena parte de la música latina del último siglo—, su capacidad casi natural de adaptación a otros géneros y su gran impulso comercial desde Estados Unidos como un producto ideal para bailar, despojado de toda transgresión social y cultural.

El ritmo base del reguetón, explica Bartra, pertenece a la célula rítmica conocida como habanera, la cual proviene de la contradanza, que es el baile de salón que se practicaba en Cuba a finales del siglo XIX. Ese género después se mezcló con más elementos afrolatinos y dio paso al mambo y al cha cha chá. “Entonces ese ritmo infectó al son cubano y luego a la salsa”, agrega el también sociólogo.

Fue en los países caribeños donde ese ritmo, con el tiempo, se mezcló con el reggae y el hip hop, dos géneros que ya tenían una amplia tradición en Jamaica, Puerto Rico y Panamá durante la década de 1990. Particularmente en Kingston, los soundsystems —que eran una especie de sonideros urbanos donde se tocaba reggae, dub y rocksteady— se volvieron salvajes, con un concepto cada vez más cargado hacia la sexualidad y el baile. De algún modo, fueron los antecedentes del perreo.

Fue así que, poco a poco, se configuró el reguetón como un género nuevo, con artistas que abordaban temáticas no siempre asociadas al sexo. El ritmo de la habanera fue mejor conocido como dembow y se extendió por todo el Caribe con artistas que después serían piedras angulares de esta música: El General, Tego Calderón, Don Omar y Daddy Yankee, por mencionar algunos. Todos ellos, siguiendo e interpretando, a su modo, las bases que antes había construido un rapero que usualmente es considerado el primer cantante de reguetón de la historia: Vico C.

“Existe mucho desconocimiento sobre los orígenes de estos géneros y de quienes los forjaron. Por eso, cuando veo a artistas de pop o de electrónica entrándole al reguetón, me produce cierta irritación, pero entiendo que era un paso lógico dada la popularización y la entrada al mainstream del movimiento”, dice Cynthia Salazar, crítica musical y social editor de VICE en español.

Y es lo que en su momento fue un movimiento subterráneo, sandunguero —así llaman los reguetoneros al lado más rasposo y menos blanco del género—, hoy es un fenómeno pop sin precedentes, protagonizado por artistas, en su mayoría, blancos, al menos en el ambiente mainstream.

Tan sólo en el primer semestre de 2021, y principalmente impulsados por el reguetón, los ingresos de la música latina en Estados Unidos aumentaron en 37%, un crecimiento que superó al del mercado global en su totalidad, según la Asociación de la Industria de la Grabación (RIAA).

“El reguetón va a seguir sonando, es una bomba… Le queda mucho por ofrecer”, asegura el puertorriqueño Rauw Alejandro, uno de los artistas urbanos más sonados del momento. A sus 28 años es una avalancha de éxitos. Su disquera es la estadounidense Sony Music Latin, el brazo de Sony Music que se encarga de impulsar la música latina en el mundo.

“Dentro de la misma transformación del movimiento y la blanquitud con la que han exponenciado el género representantes como J Balvin y Maluma, era lógico (que el reguetón se convirtiera en un producto pop de escala mundial)”, señala Salazar, quien recuerda que el reguetón tiene sus raíces en las calles.

“Era algo hecho del barrio para el barrio, y por lo mismo fue y sigue siendo marginalizado por mucha gente. Sin embargo, con la globalización de la música y la entrada de exponentes del pop u otros géneros ‘más aceptados’, es común ver perreando a personas que no forman parte de las clases baja o media. Al menos lo intentan”, observa Salazar.

UN BARRIO NO TAN FINO, UN CANTO NO TAN LATINO


Hay dos lanzamientos en 2004 que marcan el inicio de la comercialización masiva del reguetón: la publicación de Barrio Fino, el álbum con el que Daddy Yankee saltó a la fama, y la grabación de Oye mi canto, el gran éxito del rapero estadounidense de origen puertorriqueño, N.O.R.E.

En el nombre de estos dos lanzamientos está la clave inicial de una de las primeras transformaciones del género.

Con Barrio Fino, Daddy Yankee saca al reguetón del subterráneo urbano para llevarlo a las listas de popularidad de Estados Unidos y Latinoamérica. Y todo gracias a Gasolina, la poco discreta canción con la que Daddy anuncia la conquista de los oídos del mundo. El disco fue producido bajo El Cartel Records, un sello que ya había dejado de ser independiente para aliarse con el gigante de Universal Music.

En ese momento los latinos conforman el 12.5% de la población estadounidense; hoy representan casi 20%, una quinta parte, según censos oficiales de ese país.

“El éxito y la transformación del reguetón tiene mucho que ver con la migración, la gran cantidad de latinos que ha llegado a Estados Unidos en los últimos 30 años. Los latinos han tomado posiciones importantes en sitios claves de la industria musical de Estados Unidos. Los Latin Grammy son un buen ejemplo de ello”, explica Bartra.

“Justamente ha sido en esa industria estadounidense donde se ha promovido el reguetón como uno de los géneros insigne. Y recordemos que lo que promueve Estados Unidos tiene un impacto tremendo en el resto del mundo”, agrega.

Eso lleva a pensar en el otro lanzamiento: Oye mi canto, de N.O.R.E. Una canción que rápidamente se convirtió en una especie de himno de la hermandad latina en torno al reguetón, cuando en realidad se trataba de un producto eminentemente estadounidense. N.O.R.E en realidad era un estadounidense de orígenes puertorriqueños y muchos de los productores y artistas que colaboraron en el tema tenían perfiles similares. Incluso Daddy Yankee ya empezaba a seguir una línea más comercial.

“Si hablamos de la comercialización masiva del reguetón, estamos ante el triunfo de la civilización del espectáculo pero no es culpa del reguetón. Tiene tiempo que ese segmento de la industria musical estadounidense que busca ventas masivas, toma géneros musicales del pasado para convertirlos en mainstream. Todo lo que toca lo transforma en basura. Es así que transforma géneros que a veces son profundos en algo inocuo y superficial, algo que ya sucedió en la época del rock”, concluye Bartra.

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