/ jueves 7 de septiembre de 2023

El ferrocarrilero que le dio asilo a los Tuzos 

Los hidalguenses solo estuvieron dos años en dicho espacio 

Corría el año de 1905, y el Pachuca Athletic Club se coronaba por primera ocasión como campeón nacional, en un torneo en el que todos los juegos de visitante los disputaba en la Ciudad de México, mientras que los locales se llevaban a cabo en el antiguo velódromo de Pachuca.

Un par de años más tarde, un jóven de 17 años comenzaba su primer día de trabajo dentro de los ferrocarriles, sin pensar que una unidad deportiva con su nombre, le daría hogar a los Tuzos.

Margarito Ramírez fue un jalisciense que comenzó su carrera como garrotero, y poco a poco fue ascendiendo en el organigrama, hasta que, en 1920, fue superintendente de división.

Fue el 11 de abril de ese mismo año, cuando, de acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, Ramírez le entregó un disfraz de garrotero a Álvaro Obregón, para que este huyera de la Ciudad de México, con rumbo a Iguala, Guerrero, y evitar la rebelión que había en su contra.

Ya con El General Invicto como presidente de México, el ferrocarrilero pasó a la política, con una gubernatura en su estado de nacimiento, Jalisco, entre 1927 y 1929, así como congresista de la Unión y gobernador de Quintana Roo, entre 1944 y 1959.

Fue justamente durante este último periodo que, una de tantas instalaciones con su nombre recibiría a unos renacidos Tuzos del Pachuca.

Lo anterior, debido a que, según narra Carlos Calderón Cardoso en el libro La Gloria de un Centenario, el equipo albiazul tuvo como casa unas instalaciones a espaldas de la antigua estación del Ferrocarril Hidalgo, los cuales fueron construidas en los primeros años de la década de los 30, y que, en un principio, se llamaban Parque Deportivo Pachuca.

Sin embargo, con el paso de los años, los ferrocarrileros decidieron otorgarle el nombre de su compañero, y el recinto, que actualmente ocupan la colonia De los Militares la avenida Madero, el Monumento a la Revolución y la calle José Ibarra Olivares, contaban con tres canchas.

Una de ellas, un diamante para la práctica del beisbol, mientras que el otro par, canchas de futbol, entre las que destacaba el pequeño estadio Margarito Ramírez. Todos los campos estaban rodeados por una enorme barda perimetral y a ellos les dividía entre sí una hilera de árboles, según narra Calderón Cardoso.

Fue en esa cancha que el Pachuca disputó la primera temporada de la recién inaugurada Segunda División, junto a equipos como el Zacatepec, Zamora, Irapuato, Toluca, Morelia y Querétaro, en la que terminaría como tercer lugar del torneo.

Además, fue el sitio de su desaparición en la campaña 1951-1952, luego de que los Tuzos se ubicaran en la décima y última posición, luego de tres victorias y 15 derrotas.

Pachuca regresó unos años más tarde al profesionalismo, pero lo hizo con el estadio Revolución Mexicana como su hogar, dejando a un lado las instalaciones que llevaban el nombre de aquel personaje que disfrazó de ferrocarrilero a un candidato presidencial para evitar una rebelión en su contra.


Corría el año de 1905, y el Pachuca Athletic Club se coronaba por primera ocasión como campeón nacional, en un torneo en el que todos los juegos de visitante los disputaba en la Ciudad de México, mientras que los locales se llevaban a cabo en el antiguo velódromo de Pachuca.

Un par de años más tarde, un jóven de 17 años comenzaba su primer día de trabajo dentro de los ferrocarriles, sin pensar que una unidad deportiva con su nombre, le daría hogar a los Tuzos.

Margarito Ramírez fue un jalisciense que comenzó su carrera como garrotero, y poco a poco fue ascendiendo en el organigrama, hasta que, en 1920, fue superintendente de división.

Fue el 11 de abril de ese mismo año, cuando, de acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, Ramírez le entregó un disfraz de garrotero a Álvaro Obregón, para que este huyera de la Ciudad de México, con rumbo a Iguala, Guerrero, y evitar la rebelión que había en su contra.

Ya con El General Invicto como presidente de México, el ferrocarrilero pasó a la política, con una gubernatura en su estado de nacimiento, Jalisco, entre 1927 y 1929, así como congresista de la Unión y gobernador de Quintana Roo, entre 1944 y 1959.

Fue justamente durante este último periodo que, una de tantas instalaciones con su nombre recibiría a unos renacidos Tuzos del Pachuca.

Lo anterior, debido a que, según narra Carlos Calderón Cardoso en el libro La Gloria de un Centenario, el equipo albiazul tuvo como casa unas instalaciones a espaldas de la antigua estación del Ferrocarril Hidalgo, los cuales fueron construidas en los primeros años de la década de los 30, y que, en un principio, se llamaban Parque Deportivo Pachuca.

Sin embargo, con el paso de los años, los ferrocarrileros decidieron otorgarle el nombre de su compañero, y el recinto, que actualmente ocupan la colonia De los Militares la avenida Madero, el Monumento a la Revolución y la calle José Ibarra Olivares, contaban con tres canchas.

Una de ellas, un diamante para la práctica del beisbol, mientras que el otro par, canchas de futbol, entre las que destacaba el pequeño estadio Margarito Ramírez. Todos los campos estaban rodeados por una enorme barda perimetral y a ellos les dividía entre sí una hilera de árboles, según narra Calderón Cardoso.

Fue en esa cancha que el Pachuca disputó la primera temporada de la recién inaugurada Segunda División, junto a equipos como el Zacatepec, Zamora, Irapuato, Toluca, Morelia y Querétaro, en la que terminaría como tercer lugar del torneo.

Además, fue el sitio de su desaparición en la campaña 1951-1952, luego de que los Tuzos se ubicaran en la décima y última posición, luego de tres victorias y 15 derrotas.

Pachuca regresó unos años más tarde al profesionalismo, pero lo hizo con el estadio Revolución Mexicana como su hogar, dejando a un lado las instalaciones que llevaban el nombre de aquel personaje que disfrazó de ferrocarrilero a un candidato presidencial para evitar una rebelión en su contra.


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