/ viernes 4 de diciembre de 2020

Kult | Guillermo Arriaga: un cazador que escribe

Guillermo Arriaga es ante todo un escritor de novelas, actividad en la que está cerca de cumplir las tres décadas de trayectoria

Asus 62 años, el también productor y director de cine, que recientemente ganó el premio Alfaguara por su novela Salvar el Fuego, nos habla de su visión del arte y de la vida, visiones que por cierto, siempre están filtradas por el ángulo de la cacería.

-Guillermo, muchos te conocimos por tu trabajo de guionista, pero tu carrera de escritor realmente comenzó con otros géneros literarios.

-Sí, aún cuando escribí cine, siempre me he considerado un novelista, un escritor. Yo ya tenía cuatro libros publicados cuando empecé a hacer cine; libros que ya están traducidos a 21 idiomas. Y no llegué al cine para trabajar por encargo; siempre traté de que hubiera una línea, un vaso comunicante con el resto de mi obra.

-¿Ahora mismo estás más enfocado en la literatura que en el cine?

-Sí, estoy clavado en la cuestión literaria, aunque no he dejado de hacer cine, eso es importante. También he filmado cortometrajes, y segmentos de películas como en Words With Gods o en Río, yo te amo, y he producido películas, como la que ganó el León de Oro en Venecia. Sigo produciendo, dirigiendo… Lo que ya no he hecho y no volveré a hacer es escribir para que otros dirijan. Eso ya no, porque si ya dirijo yo, ¿para qué escribir para otros?

-A veces cuando los lectores vemos la adaptación al cine de un libro que ya leímos, encontramos personajes, imágenes y escenas muy distintas a como los imaginábamos. ¿Te ha pasado a ti como autor?

-A mí me pasó con la adaptación de Un dulce olor a muerte, que fue mi ingreso al cine. De hecho, fue el primer trabajo basado en una obra mía, yo no la adapté, y vendí los derechos para que la adaptaran porque me dijeron que la dirigiría Alfonso Cuarón, y como yo conozco a Alfonso desde hace muchos años, me hacía mucha ilusión que él la dirigiera. Pero no la hizo él, sino Gabriel Retes, y creo que fue un poco un desastre, porque no tenía que ver con el mundo de la novela. Yo mismo le dije a Gabriel: “No me gusta la película, eso no significa que no te admire o que no me guste tu obra, que es muy importante para el cine, pero en la novela yo hablaba de campesinos, y tú hiciste una película aspiracional; me hubiera gustado que leyeras la novela”.

Foto: Cortesía Guillermo Arriaga

-¿Te pasó eso con otros guiones de tu autoría?

-Nunca. Ni siquiera con El búfalo de la noche, que aunque no fue la película que yo esperaba como productor, por lo menos el director sí tuvo un entendimiento del mundo que se retrataba en la novela.

-¿Tampoco con otros guiones en los que no tuviste una participación activa en la película?

-No, nunca. Quizás con Babel, que ya fue el rompimiento con González Iñárritu. Sin embargo, en Amores perros, 21 gramos, Los tres entierros de Melquiades Estrada y The BurningPlain, estuve muy cercano a todo el proceso.

-Entonces la clave es la comunicación con el director durante el proceso de realización de la película.

-Y todo el proceso. Yo estuve en todo el proceso: desde buscar locaciones juntos, hacer el casting, editar, filmar… Estuve muy presente en las filmaciones, y en Los tres entierros… hasta fui actor. En esa, por ejemplo, Michael Fitzgerald y yo elegimos a los actores mexicanos, no lo hizo Tommy Lee. Yo elegí a todos los actores y metí a muchísima gente con la que quería trabajar, como Maya Zapata, Cecilia Suárez, Nacho Guadalupe y Vanessa Bauche.

-¿A qué se debe que a 20 años de su estreno Amores Perros se siga recordando y proyectando? Eso es algo que no pasa mucho con las películas mexicanas, ni siquiera con las que algunos podrían considerar mejores.

-¿Hay mejores? (risas) Mira, yo creo que Amores perros innovó en la forma de contar historias, algo que no se había hecho en el cine, no sólo en la cuestión de la estructura, sino también en la forma en que se retrataba la realidad. Creo que la honestidad con la que se presentó y las historias fueron fundamentales para que la gente se enganchara, ¿no? Yo me acuerdo que yo le platicaba a gente cercana que iba hacer una película donde había peleas de perros y me decían: “¡Yo no voy a ver una película como esa!". Yo les respondía: “Espérate a que la desarrolle, ¿no?” Pero es una película que está vinculada a trabajos previos que tuve, sobre todo a Retorno 201, el primer libro que escribí, que tiene que ver con la calle en la que crecí y que habla de mi perro “Cofi” y de un accidente que tuve, entonces también hay un trabajo muy personal, con preocupaciones muy personales respecto a la vida y respecto a lo que experimenté en la calle.

-Y también un sentido del humor muy particular. Hay diálogos que se volvieron icónicos, como los del Chivo cuando le pregunta a la persona que raptó: “¿Qué quieres tomar: agua o leche?”

Sí:

-¿Cuánto te pagaron?

-Cinco mil pesos y unos boletos para los Rolling Stones.

Y es que me acababan de regalar unos boletos para los Rolling Stones, por eso puse eso.

No hay una claridad de este gobierno de qué es la cultura; me extraña que un gobierno de izquierda, o lo que quiera representar, no entienda el peso y la importancia de la cultura

-¿Cómo te ha tratado la pandemia en términos creativos?

-Pues tuve que ser muy creativo, porque parte del premio Alfaguara que gané incluía una gira por varios países y varios festivales en México, entonces tuve que ver cómo promover Salvar el fuego desde casa, yo calculo que he dado más de 700 entrevistas a lo largo de la pandemia… Y como siento que los lectores se tienen que ganar uno por uno, también he aceptado participar en infinidad de círculos literarios y he hecho muchas transmisiones en vivo, entonces me he hecho un experto en Zoom, WebEx, Skype y en todas las plataformas que te puedas imaginar.

-¿Y cómo ha sido la respuesta de la gente a través de esos foros en línea?

-Lo que ha sido interesante es que la participación en los círculos de lectura se incrementó bestialmente. Hay booktubers y profesionales de la lectura como Maura Gómez, Maura Recomienda, y El librero de Valentina que me han metido en infinidad de círculos de lectura; algunos de ellos sólo se abrieron para leer Salvar el fuego y El salvaje, y son personas de Australia, España, Chile, Nicaragua, Honduras, Ecuador, Argentina, Colombia, hay de todo: desde gente de habla hispana hasta americanos que están aprendiendo a hablar español, entonces nunca había visto círculos de lectura de ese tamaño, y a mí me da mucho gusto porque significa que la novela gustó. También he hecho círculos de lectura con ciegos o débiles visuales de habla hispana… Eso me ha permitido la pandemia, acercar el diálogo con los lectores con los que de otro modo no tendría acceso a ese diálogo… yo creo que he hecho más de 80 círculos de lectura.

" Es más, ahorita mientras hablamos, hay un Zoom discutiendo mi libro en un círculo de lectura".

-Es impresionante todo lo que la pandemia nos enseñó que podíamos hacer, y que quizá no sabíamos.

-Exacto. Yo me tuve que ajustar, obviamente añoro la gira; me moría de ganas de ir a Uruguay; hay países donde me siento en casa, como Colombia, países que me encantan como Argentina; países donde la gente me trata increíblemente bien, como Bolivia y Chile, además de que tenía la promoción de El salvaje en inglés, que aparte se relanzaba en italiano y francés.

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-¿Qué idiomas hablas?

Yo hablo al 100 por ciento el inglés; un 70 por ciento portugués y como un 50 por ciento italiano; los dos últimos los aprendí en la calle entonces, eu posso falar portugués bem mas não pude entender tudo que voce fala, Io posso parlar italiano.

-Hablando de Salvar el fuego, has dicho que no te interesa llevarla al cine, ¿pero dejarías que alguien más lo hiciera?

-No me cierro a que alguien la lleve. Si alguien me hace una propuesta interesante y me dice cómo la piensa adaptar, yo con mucho gusto voy a considerarlo.

-¿Qué tan obsesivo eres con tu trabajo en términos de soltar una novela como esa para que alguien la lleve al cine?

-Mientras más te paguen, menos obsesivo eres. Sí, si te pagan mucho dinero dices pues ya, que hagan lo que quieran, si te pagan poco pues dices: "voy a checar.”

-¿Te gusta el fútbol?

-Me gustaba más jugarlo que verlo, siempre traté de ser profesional. Jugué en reserva especial de Pumas, aun siendo atlantista y seguiré siendo atlantista. Sí me gusta el fútbol pero no soy de esos que ven todos los partidos. La copa del mundo sí la veo, la final del fútbol mexicano también, o la Champions, y el Mundial Femenil... Pero no soy un obsesivo de ver al Betis contra Valencia o al Irapuato contra el Pachuca.

-De lo que sí eres muy aficionado es de la caza.

-Definitivamente. De eso sí, pa’ que veas.

-Y has dicho que más que un escritor, te consideras un cazador que escribe.

-Lo que quiero decir con eso es que el cristal con el que veo la vida es el cristal de un cazador:Todo, mi forma de pensar, de actuar y de intuir, están matizadas por la cacería;antes que ser escritor fui cazador, antes que ser padre fui cazador.

-¿Con qué cazas?

-Con arco y flecha… O a cuchillo.

Yo le platicaba a la gente que iba hacer una película donde había peleas de perros y me decían: '¡Yo no voy a ver una película como esa!' Y les respondía: 'espérate a que la desarrolle, ¿no?

-¿No crees que la cacería es una de esas actividades que décadas atrás no eran mal vista y que ahora en ciertos círculos es algo políticamente incorrecto?

-Mira, yo nunca he visto a un campesino o a un vaquero que me repudie por ser cazador. Es una cuestión de cierta clase social, de ciertas élites económicas que están completamente desfasadas del mundo de la naturaleza y que no entienden, porque su único referente es el cazador que va de safari a África y está parado arriba de un elefante, y dicen “¡Ay, qué horror!”. No entienden nada de nada…Siempre hay gente que ama el fascismo, la intolerancia y el control de los demás, y que prohíben lo que no entienden, como esos hipsters que andan en bicicleta en la Condesa, y que quieren que toda la ciudad sea para bicicleta, porque ellos van en bicicleta a su trabajo y a los restaurantes porque les quedan a cuatro cuadras, pero eso no puede ser para los que vivimos en el cerro, por ejemplo.

-¿Intolerancia hipster?

-La gente que critica la cacería lo hace desde la más profunda ignorancia. Y cuando me he tomado el tiempo de sentarme a explicarles cómo es, entonces dicen: “Ay, yo nunca me lo hubiera imaginado, yo creí que mataban el elefante y lo dejaban ahí tirado, que nomás le tomaban foto y lo dejaban ahí”. No es así; más bien alimentas a todo un pueblo y hay un reglamento. Luego confunden el furtivismo con la cacería; confunden a quienes matan para vender el marfil con el cazador que paga su licencia. Yo no podría matar un elefante, pero no critico a los que los hacen. ¡O luego te dicen que matas venados cola blanca que están en peligro de extinción!A ver, dame datos de por qué están en peligro de extinción, porque hay alrededor de 60 millones de venados cola blanca entre Canadá, México y Estados Unidos, ¿exactamente en dónde se están extinguiendo? (risas) Entonces tienen muy poco claro qué es la cacería.

-¿Y solo cazas animales que te comes?

-Sí, señor: Sólo animales que me como. Hay animales que no pienso cazar, como el zorro. Un coyote podría ser, porque me lo piden los mismos campesinos que les pegan durísimo a sus borregos y porque se le da utilidad a la piel, pero no he cazado un coyote. Pero sí cazo animales que me como y es todo un rito comerlos y compartirlos; preparar un animal que sabes el dolor que le provocaste al matarlo, entonces hay un respeto al animal que mataste, casi siempre les pido perdón cuando los mato, hay una sensación muy ambigua de emociones, que va de la alegría a la tristeza y de la culpa a la satisfacción… Es muy complejo el acto de cazar, la mayor parte de los que no han cazado no entienden esa paradoja.

-A los 13 años perdiste el sentido del olfato, ¿esto te afecta como escritor y como cazador?

-Yo creo que lo que me obsesiona es lo sensorial. Cuando pierdes un sentido como el olfato, lo empiezas a compensar con otros sentidos; yo lo compensé con el sentido del gusto, y es curioso, porque aunque perdí prácticamente todo el olfato, huelo a los animales salvajes: puedo oler al jabalí, al marrano, al zorrillo, no sé por qué, pero puedo sentirlos… Pero a lo que voy es a que mis novelas son muy sensoriales, tanto El salvaje como Salvar el fuego que son las más recientes, son sumamente sensoriales y en ellas el sentido del olfato está muy presente. Así como Borges se obsesionaba con los espejos yo me obsesiono con los olores.

-¿Qué tipo de lector eres?

Cuando voy de cacería, por ejemplo, leo en el celular, porque estás esperando a los venados sin poder moverte. A veces me llevo libros, pero quedan madreadísimos. No tienes idea de cómo quedan, todos llenos de polvo, doblados, con sangre.

-¿Qué opinas de la desaparición de fideicomisos para la creación cultural?

-Yo creo que no hay una claridad de este gobierno de qué es la cultura, y me extraña que un gobierno de izquierda, o lo que quiera representar, no entienda el peso y la importancia de la cultura… Creo que más bien es una carencia de política cultural: no tienen idea de qué hacer con ella, y en esta dicotomía un poco burda de fifís y no fifís se ha cometido el error de pensar que el arte es para las élites, cuando lo que hace es enfrentar, cuestionar… No en balde lo primero que queman los sistemas autoritarios son los libros. La cultura siempre amenaza al poder, porque un escritor articulado puede poner en entredicho al poder y eso les preocupa, entonces les hace falta una política cultural, un entendimiento de qué es la cultura.

-¿Y sobre los fideicomisos del cine?

-Más aún, la gente cree que el cine son sólo los directores y actores. Se olvidan de que en el cine también trabajan carpinteros, meseros, choferes, electricistas, pintores, jardineros, y personas que viven de esto, pero que pareciera que no cuentan.

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-Guillermo, muchos te conocimos por tu trabajo de guionista, pero tu carrera de escritor realmente comenzó con otros géneros literarios.

-Sí, aún cuando escribí cine, siempre me he considerado un novelista, un escritor. Yo ya tenía cuatro libros publicados cuando empecé a hacer cine; libros que ya están traducidos a 21 idiomas. Y no llegué al cine para trabajar por encargo; siempre traté de que hubiera una línea, un vaso comunicante con el resto de mi obra.

-¿Ahora mismo estás más enfocado en la literatura que en el cine?

-Sí, estoy clavado en la cuestión literaria, aunque no he dejado de hacer cine, eso es importante. También he filmado cortometrajes, y segmentos de películas como en Words With Gods o en Río, yo te amo, y he producido películas, como la que ganó el León de Oro en Venecia. Sigo produciendo, dirigiendo… Lo que ya no he hecho y no volveré a hacer es escribir para que otros dirijan. Eso ya no, porque si ya dirijo yo, ¿para qué escribir para otros?

-A veces cuando los lectores vemos la adaptación al cine de un libro que ya leímos, encontramos personajes, imágenes y escenas muy distintas a como los imaginábamos. ¿Te ha pasado a ti como autor?

-A mí me pasó con la adaptación de Un dulce olor a muerte, que fue mi ingreso al cine. De hecho, fue el primer trabajo basado en una obra mía, yo no la adapté, y vendí los derechos para que la adaptaran porque me dijeron que la dirigiría Alfonso Cuarón, y como yo conozco a Alfonso desde hace muchos años, me hacía mucha ilusión que él la dirigiera. Pero no la hizo él, sino Gabriel Retes, y creo que fue un poco un desastre, porque no tenía que ver con el mundo de la novela. Yo mismo le dije a Gabriel: “No me gusta la película, eso no significa que no te admire o que no me guste tu obra, que es muy importante para el cine, pero en la novela yo hablaba de campesinos, y tú hiciste una película aspiracional; me hubiera gustado que leyeras la novela”.

Foto: Cortesía Guillermo Arriaga

-¿Te pasó eso con otros guiones de tu autoría?

-Nunca. Ni siquiera con El búfalo de la noche, que aunque no fue la película que yo esperaba como productor, por lo menos el director sí tuvo un entendimiento del mundo que se retrataba en la novela.

-¿Tampoco con otros guiones en los que no tuviste una participación activa en la película?

-No, nunca. Quizás con Babel, que ya fue el rompimiento con González Iñárritu. Sin embargo, en Amores perros, 21 gramos, Los tres entierros de Melquiades Estrada y The BurningPlain, estuve muy cercano a todo el proceso.

-Entonces la clave es la comunicación con el director durante el proceso de realización de la película.

-Y todo el proceso. Yo estuve en todo el proceso: desde buscar locaciones juntos, hacer el casting, editar, filmar… Estuve muy presente en las filmaciones, y en Los tres entierros… hasta fui actor. En esa, por ejemplo, Michael Fitzgerald y yo elegimos a los actores mexicanos, no lo hizo Tommy Lee. Yo elegí a todos los actores y metí a muchísima gente con la que quería trabajar, como Maya Zapata, Cecilia Suárez, Nacho Guadalupe y Vanessa Bauche.

-¿A qué se debe que a 20 años de su estreno Amores Perros se siga recordando y proyectando? Eso es algo que no pasa mucho con las películas mexicanas, ni siquiera con las que algunos podrían considerar mejores.

-¿Hay mejores? (risas) Mira, yo creo que Amores perros innovó en la forma de contar historias, algo que no se había hecho en el cine, no sólo en la cuestión de la estructura, sino también en la forma en que se retrataba la realidad. Creo que la honestidad con la que se presentó y las historias fueron fundamentales para que la gente se enganchara, ¿no? Yo me acuerdo que yo le platicaba a gente cercana que iba hacer una película donde había peleas de perros y me decían: “¡Yo no voy a ver una película como esa!". Yo les respondía: “Espérate a que la desarrolle, ¿no?” Pero es una película que está vinculada a trabajos previos que tuve, sobre todo a Retorno 201, el primer libro que escribí, que tiene que ver con la calle en la que crecí y que habla de mi perro “Cofi” y de un accidente que tuve, entonces también hay un trabajo muy personal, con preocupaciones muy personales respecto a la vida y respecto a lo que experimenté en la calle.

-Y también un sentido del humor muy particular. Hay diálogos que se volvieron icónicos, como los del Chivo cuando le pregunta a la persona que raptó: “¿Qué quieres tomar: agua o leche?”

Sí:

-¿Cuánto te pagaron?

-Cinco mil pesos y unos boletos para los Rolling Stones.

Y es que me acababan de regalar unos boletos para los Rolling Stones, por eso puse eso.

No hay una claridad de este gobierno de qué es la cultura; me extraña que un gobierno de izquierda, o lo que quiera representar, no entienda el peso y la importancia de la cultura

-¿Cómo te ha tratado la pandemia en términos creativos?

-Pues tuve que ser muy creativo, porque parte del premio Alfaguara que gané incluía una gira por varios países y varios festivales en México, entonces tuve que ver cómo promover Salvar el fuego desde casa, yo calculo que he dado más de 700 entrevistas a lo largo de la pandemia… Y como siento que los lectores se tienen que ganar uno por uno, también he aceptado participar en infinidad de círculos literarios y he hecho muchas transmisiones en vivo, entonces me he hecho un experto en Zoom, WebEx, Skype y en todas las plataformas que te puedas imaginar.

-¿Y cómo ha sido la respuesta de la gente a través de esos foros en línea?

-Lo que ha sido interesante es que la participación en los círculos de lectura se incrementó bestialmente. Hay booktubers y profesionales de la lectura como Maura Gómez, Maura Recomienda, y El librero de Valentina que me han metido en infinidad de círculos de lectura; algunos de ellos sólo se abrieron para leer Salvar el fuego y El salvaje, y son personas de Australia, España, Chile, Nicaragua, Honduras, Ecuador, Argentina, Colombia, hay de todo: desde gente de habla hispana hasta americanos que están aprendiendo a hablar español, entonces nunca había visto círculos de lectura de ese tamaño, y a mí me da mucho gusto porque significa que la novela gustó. También he hecho círculos de lectura con ciegos o débiles visuales de habla hispana… Eso me ha permitido la pandemia, acercar el diálogo con los lectores con los que de otro modo no tendría acceso a ese diálogo… yo creo que he hecho más de 80 círculos de lectura.

" Es más, ahorita mientras hablamos, hay un Zoom discutiendo mi libro en un círculo de lectura".

-Es impresionante todo lo que la pandemia nos enseñó que podíamos hacer, y que quizá no sabíamos.

-Exacto. Yo me tuve que ajustar, obviamente añoro la gira; me moría de ganas de ir a Uruguay; hay países donde me siento en casa, como Colombia, países que me encantan como Argentina; países donde la gente me trata increíblemente bien, como Bolivia y Chile, además de que tenía la promoción de El salvaje en inglés, que aparte se relanzaba en italiano y francés.

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-Hablando de Salvar el fuego, has dicho que no te interesa llevarla al cine, ¿pero dejarías que alguien más lo hiciera?

-No me cierro a que alguien la lleve. Si alguien me hace una propuesta interesante y me dice cómo la piensa adaptar, yo con mucho gusto voy a considerarlo.

-¿Qué tan obsesivo eres con tu trabajo en términos de soltar una novela como esa para que alguien la lleve al cine?

-Mientras más te paguen, menos obsesivo eres. Sí, si te pagan mucho dinero dices pues ya, que hagan lo que quieran, si te pagan poco pues dices: "voy a checar.”

-¿Te gusta el fútbol?

-Me gustaba más jugarlo que verlo, siempre traté de ser profesional. Jugué en reserva especial de Pumas, aun siendo atlantista y seguiré siendo atlantista. Sí me gusta el fútbol pero no soy de esos que ven todos los partidos. La copa del mundo sí la veo, la final del fútbol mexicano también, o la Champions, y el Mundial Femenil... Pero no soy un obsesivo de ver al Betis contra Valencia o al Irapuato contra el Pachuca.

-De lo que sí eres muy aficionado es de la caza.

-Definitivamente. De eso sí, pa’ que veas.

-Y has dicho que más que un escritor, te consideras un cazador que escribe.

-Lo que quiero decir con eso es que el cristal con el que veo la vida es el cristal de un cazador:Todo, mi forma de pensar, de actuar y de intuir, están matizadas por la cacería;antes que ser escritor fui cazador, antes que ser padre fui cazador.

-¿Con qué cazas?

-Con arco y flecha… O a cuchillo.

Yo le platicaba a la gente que iba hacer una película donde había peleas de perros y me decían: '¡Yo no voy a ver una película como esa!' Y les respondía: 'espérate a que la desarrolle, ¿no?

-¿No crees que la cacería es una de esas actividades que décadas atrás no eran mal vista y que ahora en ciertos círculos es algo políticamente incorrecto?

-Mira, yo nunca he visto a un campesino o a un vaquero que me repudie por ser cazador. Es una cuestión de cierta clase social, de ciertas élites económicas que están completamente desfasadas del mundo de la naturaleza y que no entienden, porque su único referente es el cazador que va de safari a África y está parado arriba de un elefante, y dicen “¡Ay, qué horror!”. No entienden nada de nada…Siempre hay gente que ama el fascismo, la intolerancia y el control de los demás, y que prohíben lo que no entienden, como esos hipsters que andan en bicicleta en la Condesa, y que quieren que toda la ciudad sea para bicicleta, porque ellos van en bicicleta a su trabajo y a los restaurantes porque les quedan a cuatro cuadras, pero eso no puede ser para los que vivimos en el cerro, por ejemplo.

-¿Intolerancia hipster?

-La gente que critica la cacería lo hace desde la más profunda ignorancia. Y cuando me he tomado el tiempo de sentarme a explicarles cómo es, entonces dicen: “Ay, yo nunca me lo hubiera imaginado, yo creí que mataban el elefante y lo dejaban ahí tirado, que nomás le tomaban foto y lo dejaban ahí”. No es así; más bien alimentas a todo un pueblo y hay un reglamento. Luego confunden el furtivismo con la cacería; confunden a quienes matan para vender el marfil con el cazador que paga su licencia. Yo no podría matar un elefante, pero no critico a los que los hacen. ¡O luego te dicen que matas venados cola blanca que están en peligro de extinción!A ver, dame datos de por qué están en peligro de extinción, porque hay alrededor de 60 millones de venados cola blanca entre Canadá, México y Estados Unidos, ¿exactamente en dónde se están extinguiendo? (risas) Entonces tienen muy poco claro qué es la cacería.

-¿Y solo cazas animales que te comes?

-Sí, señor: Sólo animales que me como. Hay animales que no pienso cazar, como el zorro. Un coyote podría ser, porque me lo piden los mismos campesinos que les pegan durísimo a sus borregos y porque se le da utilidad a la piel, pero no he cazado un coyote. Pero sí cazo animales que me como y es todo un rito comerlos y compartirlos; preparar un animal que sabes el dolor que le provocaste al matarlo, entonces hay un respeto al animal que mataste, casi siempre les pido perdón cuando los mato, hay una sensación muy ambigua de emociones, que va de la alegría a la tristeza y de la culpa a la satisfacción… Es muy complejo el acto de cazar, la mayor parte de los que no han cazado no entienden esa paradoja.

-A los 13 años perdiste el sentido del olfato, ¿esto te afecta como escritor y como cazador?

-Yo creo que lo que me obsesiona es lo sensorial. Cuando pierdes un sentido como el olfato, lo empiezas a compensar con otros sentidos; yo lo compensé con el sentido del gusto, y es curioso, porque aunque perdí prácticamente todo el olfato, huelo a los animales salvajes: puedo oler al jabalí, al marrano, al zorrillo, no sé por qué, pero puedo sentirlos… Pero a lo que voy es a que mis novelas son muy sensoriales, tanto El salvaje como Salvar el fuego que son las más recientes, son sumamente sensoriales y en ellas el sentido del olfato está muy presente. Así como Borges se obsesionaba con los espejos yo me obsesiono con los olores.

-¿Qué tipo de lector eres?

Cuando voy de cacería, por ejemplo, leo en el celular, porque estás esperando a los venados sin poder moverte. A veces me llevo libros, pero quedan madreadísimos. No tienes idea de cómo quedan, todos llenos de polvo, doblados, con sangre.

-¿Qué opinas de la desaparición de fideicomisos para la creación cultural?

-Yo creo que no hay una claridad de este gobierno de qué es la cultura, y me extraña que un gobierno de izquierda, o lo que quiera representar, no entienda el peso y la importancia de la cultura… Creo que más bien es una carencia de política cultural: no tienen idea de qué hacer con ella, y en esta dicotomía un poco burda de fifís y no fifís se ha cometido el error de pensar que el arte es para las élites, cuando lo que hace es enfrentar, cuestionar… No en balde lo primero que queman los sistemas autoritarios son los libros. La cultura siempre amenaza al poder, porque un escritor articulado puede poner en entredicho al poder y eso les preocupa, entonces les hace falta una política cultural, un entendimiento de qué es la cultura.

-¿Y sobre los fideicomisos del cine?

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