TEPEAPULCO, Hgo.- “Tenemos la influencia de los teotihuacanos, las ofrendas tienen un origen distinto al de la Huasteca que son en alto y con niveles, en contraste, nuestros altares se tendían en el suelo y se adornaban con semillas de colores, adicionalmente se le colocaban algunos utensilios e instrumentos musicales como flautas, teponaxtles y huehues; el ambiente se aromatizaba con copal”, aseveró Miguel Ángel Monroy, cronista municipal al evocar la colocación de altares en la región.
Refirió que la gastronomía se componía de tamales y moles por la cercanía por estados como Puebla y Tlaxcala, pero principalmente, dijo, caracterizado por productos derivados del como mixiotes, los ximbotes, que adoptaron este nombre distinto a zonas como Valle del Mezquital.
“Por lo que refiere a los dulces la diversidad no era muy amplia pues la zona no se caracteriza por tener la materia prima para la elaboración de muchos; sin embargo, un elemento esencial en estas ofrendas es el dulce de calabaza con tejocote al que se le agregan guayabas, piloncillo y atoles los cuales eran endulzados con aguamiel”.
“Antes a los niños se les daba atole de masa hervido con agua miel y les colocaban como saborizante una cáscara de naranja, hierva de Santo Domingo, toronjil o hierva blanca”.
Señaló que otros productos como el dulce de camote no era común en los altares del Altiplano, no obstante la cercanía con otros estados propició que se agregaran a las ofrendas.
“Nuestro colorido en el altar era diferente, pero prevalecía el rojo y en cuanto a su número de ingredientes era más austero, pues se trataba de usar los recursos con los que se contaba en esa época”.