La derrota de Kamala Harris en las recientes elecciones de Estados Unidos es una pérdida profunda para quienes aspiramos a un futuro inclusivo y progresista, para quienes buscamos referentes de equidad y justicia para todas y todos. Harris, con su historia de superación y sus raíces, encarnaba una esperanza de cambio, una nueva generación ávida por la transformación que daría un respiro frente al contexto político que parece querer ignorar a las minorías, invisibilizar a las mujeres y olvidar a los más vulnerables.
Su plataforma proyectaba un avance en derechos civiles, justicia social y sostenibilidad medioambiental, con propuestas firmes y viables. Harris apostaba por políticas como la protección de los derechos reproductivos y una reforma en el sistema de justicia penal para combatir la brutalidad policial y reducir el encarcelamiento masivo de minorías. Su administración prometía ser una voz para aquellos sectores que, en cada elección, buscan una oportunidad de ser escuchados, de tener por fin un espacio en las decisiones que afectan sus vidas.
Con la victoria de Donald Trump, el horizonte cambia drásticamente. Sabemos lo que implica su visión de las relaciones internacionales: una estrategia de “América Primero” que difícilmente permitirá la cooperación global que tanto necesitamos en cuestiones como el cambio climático o la crisis migratoria. América Latina enfrenta así desafíos aún mayores. Las políticas migratorias de Harris habían prometido un enfoque humanitario, en lugar del carácter punitivo que ahora podría intensificarse. México, como vecino directo, resiente esta derrota profundamente, de primer momento en lo económico, pues Trump ha sido claro en su intención de endurecer las fronteras, elevar drásticamente los aranceles y revertir cualquier avance hacia la inclusión y el respeto a los derechos humanos de los migrantes.
Harris también representaba una política medioambiental responsable. Su derrota implica un posible retroceso en acuerdos internacionales y en políticas de sostenibilidad. Con una postura proactiva en temas ambientales, ella abogaba por reducir la dependencia de combustibles fósiles y proteger los recursos naturales. Este cambio hacia una administración menos comprometida con la agenda verde perjudicará a Estados Unidos, a todo el continente y al planeta en su totalidad, especialmente en tiempos de cambio climático acelerado que tantos estragos nos han causado.
Lo que se pierde con Kamala Harris son los sueños de millones de personas que veían en su liderazgo una posibilidad real de cambio. En lo personal, añoraba la interacción que tendría con nuestra presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, con quien seguramente hubiera tenido un choque de agendas pero siempre beneficiando el diálogo respetuoso, propio de dos damas de la política
Hoy queda claro que en todo el mundo nos quedamos con demasiados aprendizajes sobre lo acontecido el pasado 5 de noviembre en el vecino país, particularmente entender las cambiantes expectativas y motivaciones del electorado.