A finales del 2019 en el mes de diciembre, Wuhan, China, se convirtió en el epicentro de un brote de neumonía atípica. En pocos días los contagios aumentaron exponencialmente en diferentes países y a partir del 2020 la historia de la humanidad cambió por completo de manera radical. En Estados Unidos la situación se agravó aun más, si le sumamos la profunda división política y racial en la que se encuentra, la cual se ve reflejada de manera perentoria en el movimiento “Black Lives Matter”. En este contexto Joe Biden, abogado y político, asumió el cargo como presidente de dicha potencia económica, uno de los hombres con más experiencia política en el país, quien fuera durante treinta seis años senador por Delaware y vicepresidente de los Estados Unidos durante la administración de Barack Obama.
En apenas pocas horas en el cargo, Joe Biden demostró su liderazgo y visión, firmando diecisiete decretos para poner en marcha su promesa de revertir con urgencia los cuatro años de malas políticas de Donald Trump. En su primera aparición en el despacho oval, declaró: “He considerado que con el estado en el que la nación está no hay tiempo que perder. Vamos a trabajar de inmediato”. Acto seguido contactó a gobernadores, alcaldes y líderes de todos los partidos, así como diversos mandatarios del mundo, para impulsar una transformación global que permita re direccionar la crisis económica, sanitaria y social que estamos viviendo.
Las primeras décadas del siglo XXI representan una verdadera tragedia para la población mundial, porque se han visto marcadas por el rápido ascenso de líderes populistas a nivel global, los cuales han basado su política en la retórica de decirle a la gente lo que quiere oír, evitando acciones concretas que permitan evitar riesgos y conducir de manera adecuada un estado o nación. El ejemplo más nítido de esto es el mismo Donald Trump, quien quiso “Hacer que Estados Unidos volviera a ser grande” y resulto ser solo un fraude, un empresario adicto a la atención de los medios, quien bloqueó la opinión científica sobre los hechos, en el momento quizá más crítico de la humanidad, donde la valoración de expertos pudo haber salvado muchas vidas.
La ciudadanía ya no puede sostener gobiernos que, por aumentar su capital político, incurran en el grave error de decirle a la gente lo que quiere oír. Nuestro país y nuestro estado necesita líderes que tengan un orden de ideas claras y una visión basada en planes y estrategias que nos permitan saber hacia dónde vamos, hacia dónde queremos llegar, de qué manera vamos a combatir las crisis que estamos viviendo y, sobre todo, que sea capaz de decirle la verdad a la población por más dura que parezca, basada en hechos comprobables.
Hidalgo ha demostrado tener un liderazgo significativo ante la pandemia que estamos viviendo, nuestro gobernador, el Lic. Omar Fayad Meneses, optó por implementar programas de apoyo importantes y emitir restricciones estrictas y extraordinarias para disminuir la curva de contagios que hoy enfrentamos.
En este mismo sentido, al asumir la presidencia de Mineral de la Reforma, comprendí que nuestra administración enfrentaría un reto mayor y que tendría que tomar las decisiones necesarias, que se alinearan a las disposiciones sanitarias federales y estatales. Como el mismo Biden lo mencionó en su momento, no hay tiempo que perder y debemos de trabajar de inmediato, escuchar y trabajar en consecuencia.
La ciudadanía busca líderes que trabajen a tierra y no a control remoto, que salgan de las oficinas y que impulsen un gobierno cercano a las familias. Cada comunidad, cada colonia, cada espacio, tiene características diversas, mismas que hay que conocer para actuar en consecuencia. Hoy más que nunca debemos estar cerca de la gente y hablarles con honestidad y con buena fe.
El inicio de este siglo nos ha dejado una serie de errores irreparables y decisiones autoritarias que han cuestionado lo hechos. Por eso hoy tenemos que actuar de inmediato, tomar decisiones, buscar aliados, construir sinergias, ser empáticos. Los líderes que la humanidad de hoy demanda, ya sea en un municipio o en un país, son aquellos que no vacilen al actuar, no se requiere de los mejores oradores, sino de quienes hagan que las cosas pasen. Necesitamos liderazgos con menos palabras, que hablen a través de sus acciones, las cuales sumen y multipliquen para reconstruir el mundo que, a partir de la mentiras y la falta de decisiones, nos han heredado.
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