El lunes pasado se dio inicio la reunión del G20 que tuvo como sede esta vez a Río de Janeiro en Brasil, lo cual adquiere mayor relevancia atendiendo a los cambios políticos, económicos y sociales que ha sufrido América del Sur en los últimos años, además de un claro posicionamiento de la agenda en beneficio de aspectos climáticos y energéticos en un momento crucial para el planeta en el que los efectos ambientales se sienten y se resienten por las catástrofes que hemos vivido últimamente. También marca el regreso, después de 6 años, de nuestro país a una cumbre internacional atendiendo a que la política de la administración anterior en materia de relaciones internacionales era la de no asistir enviando emisarios que pudieran cubrir los eventos.
En lo que respecta a la participación de México en la persona de la Presidenta de la República, podemos dividir en dos el trabajo realizado en el entendido que ambos flancos tienen una relevancia enorme y deja claro que la presencia mexicana en esos encuentros no sólo es necesaria para el aporte global sino que otorga enormes beneficios para la economía y las políticas públicas de nuestro país.
Por un lado, la Dra. Sheinbaum tenía muy clara la propuesta que iba a llevar a la cumbre y, sin calcularlo evidentemente, se convirtió en un tema relevante dadas las noticias de las últimas horas en donde parece que la guerra entre Rusia y Ucrania va a escalar de forma considerable. Si bien la propuesta parece trivial si se reduce a una simple reforestación, el fondo es lo que interesa, ya que, además de generar empleos y una mejora ambiental, implica una revisión profunda sobre los ingresos que se invierten en la guerra con todo lo deleznable que puede ser una medida de ese calibre. Destinar el 1 por ciento de un conflicto bélico demuestra que, por un lado, son muchos recursos los que se dilapidan en ese tipo de acciones y, por otro lado, que basta una pequeña parte para paliar males que ennoblecen las políticas públicas y generan resultados mundiales.
Independientemente de la viabilidad de la propuesta es un posicionamiento sutil respecto de conflictos bélicos y nada más.
Por otro lado, la presencia de la Presidenta de la República es algo que se clamaba en muchos sectores de la sociedad mexicana, especialistas en diplomacia, además de empresarios, académicos y servidores públicos en general. Y es que no sólo se trata de un acto meramente protocolario o de participación en mesas de trabajo que genere o no un resultado, sino que es un escenario perfecto para generar alianza y, por lo tanto, reuniones que interesen a nuestro país en materia de inversión, de libre comercio, de políticas públicas conjuntas, de colaboraciones artísticas, culturales, académicas y además de fomento de finanzas globales sanas.
Tan es así que a menos de dos meses de su mandato, gracias a esta cumbre, la Presidenta de la República ya pudo reunirse con sus contrapartes en el Tratado México, Estados Unidos de América, Canadá, lo cual es una noticia relevante considerando los problemas que tenemos en la implementación de dicho instrumento comercial. El ejemplo claro fue la reunión con el mandatario de Canadá con quien acordó la protección de paisanos, el orden en la migración y el respeto a quienes migraron para trabajar de forma legal.
Posicionar a México es una tarea fundamental que forzosamente tiene que encabezar la Titular del Ejecutivo, ya que ello incrementa las posibilidades de tener una relación más cercana y, sobre todo, certera cuando se trata de temas relevantes para el país, además de colocar a México en el centro de la discusión derivado de políticas públicas implementadas sin importar el sentido de estas.
En resumen, si bien el balance no habrá de grandes dividendos para el país, al menos es un primer paso en lo que se pretende que es regresar a la palestra internacional luego de años de badono.